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CAPÍTULO
OCHO

Diciembre. También conocido como Harumachitsuki, que significa «mes que aguarda la primavera». Algunas personas le llaman el mes frío, el mes blanco, otros el mes límite. Lleno de tradiciones y preciosos recuerdos. Un hermoso mes, ¿verdad? Excepto para la hija del Cuarto Hokage, quien por algún razón enfermaba ese mes. Sí, contagiarse de alguna enfermedad en diciembre era su tradición. Unos van a templos, otros decoran árboles y ella... bueno, ella sacudía sus mocos y se veía como Rodolfo el reno. ¡Y ni siquiera creía en todo el rollo de Papá Noel! Pero, ¿qué sentido de lógica tenía su vida si justo en ese momento se encontraba sacudiendo sus mocos en el pasado?

Mientras la Uzumaki de cabellos dorados estornudaba y sacudía su nariz, Tobirama Senju regresaba a la aldea.

— ¡Abuelito! —la pequeña Tsunade corrió hacia su tío abuelo, quien con gusto la recibió en sus brazos y alzó en el aire, robándole muchas carcajadas. Con su sobrina nieta, él podía llegar a ser realmente tierno.

— Mi pequeña. ¿Cómo ha estado el desayuno? —él recién volvía de una misión. Rara vez pasaba mucho tiempo en la aldea. Detestaba la sensación de estar estancado en un solo lugar. Era un hombre muy dinámico y diligente.

Tsunade ladeó su cabeza y se encogió de hombro.

— Triste. Nami está enferma —murmuró, formando un adorable puchero—. Ella no ha podido acompañarme hoy.

Bastaron esas pocas palabras de su sobrina nieta, para que Tobirama se viera preocupado. Realmente preocupado. Francamente, le extrañó tal sensación de ansiedad al saber que ella no estaba bien de salud. ¿Por qué debía preocuparse por alguien que le había causado tantos dolores de cabeza? Ni hablar del hecho de que había salido de la nada. ¡Ja! Como si eso le hubiera importado aquella noche cuando ebrio, se lanzó a abrazarla. Quizá lo negara, pero comenzaba a sentirse cómodo en su presencia. Más cómodo de lo normal. Y es que, ella podía llegar a ser tan atolondrada y graciosa. Se sentía como la calidez de un día soleado.

— Ya veo —musitó él y bajó a la niña, quien de inmediato salió corriendo detrás de su mascota, el gato que había rescatado junto a la viajera en el tiempo.

Sin dudarlo demasiado y a paso rápido, se dirigió a la habitación que ocupaba la Uzumaki. Respondió algunos «Hokage-sama», con simples asentimientos de cabeza y por fin se detuvo.

El cerrojo lo fulminó por segundos que le parecieron horas. ¿Por qué simplemente no entraba y ya? Se cuestionó sobre si sería correcto entrar a la instancia de una dama. Así que, firme en su pensamiento que no era de buena educación, se dio la vuelta dispuesto a marcharse y continuar sus actividades como líder supremo.

Sin embargo, un estornudo le detuvo.

Apretó sus puños y soltó un gruñido, sintiéndose como un grandísimo idiota. ¿Por qué se le hacía tan complicado algo tan jodidamente sencillo? Ella constantemente se mostraba preocupada por él. ¿Por qué no podía compensar sus buenas acciones?

— Solo debe tocar la puerta, Tobirama-sama —una voz familiar para él, le hizo sobresaltarse. Se encontraba bastante intranquilo y atemorizado... y la chica detrás de la puerta era la vil culpable.

— ¡S-saru...! —balbuceó el Senju, sintiendo sus mejillas arder de la vergüenza—. ¿De qué hablas? —bufó, cruzándose de brazos y volviendo a su rostro neutro.

— Lleva mas de quince minutos dando vueltas frente la puerta de la señorita. ¿No sería más fácil que tocara la puerta y ya?

— P-pero... —Tobirama rodó los ojos y aclaró su garganta—. Está mal que invada sus aposentos.

TEMPUS ★ S. TOBIRAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora