La vida es injusta. Eso es algo que aprendí a los quince años. A esa edad la mayoría de las chicas solo se tienen que preocupar por el colegio, sus amigas, sus novios. Bueno, honestamente no se que hace una chica normal a la edad de quince. Cuando tenía quince, mi mamá nos abandono a mi hermano y a mi. Ella era solo otra drogadicta más. No estaba el tiempo suficiente con nosotros, claro, a no ser que buscara comida. No era realmente una madre, era más bien una extraña a la cual behiamos a veces. Eso no quiere decir que nosotros la amaramos menos. Ella no toda la vida fue así. Antes nos preparaba el desayuno, lavaba nuestra ropa, me ayudaba con las tareas, en esos años mi vida era perfecta. todo cambio cuando yo tenia catorce. Mi papá la dejo y ella nos dejo a nosotros por un poco de cocaína. No la culpaba en ese momento, enterarte que tu esposo, con el que compartías dos hijos, del que estabas perdidamente enamorada, te estaba siendo infiel con tu propia hermana, no era algo fácil de procesar. Mi hermano Matías tenía un años en ese entonces.
Al principio comenzó desapareciendo en el medio de la noche, dejando a mi hermano llorando del hambre, o con el pañal sucio. La plata que mi papá le daba para mantenernos, la usaba para su vicio y nosotros apenas teníamos para comer. Un año después, ella gastaba toda la plata y nosotros no teníamos nada para comer, las cuentas no dejaban de acumularse y yo estaba cada vez más desesperada. Tenia miedo de terminar viviendo en la calle o peor, que alguien se diera cuanta de nuestra forma de vida y nos dieran en adopción. No quería perder a mi hermano. Sabia que si nos daban den adopción, el tendría muchas más posibilidades de ser adoptado, que yo. Aunque quería que mi hermano tuviera una mejor vida, no quería perder a la única persona que me quedaba en el mundo.
Así que tome una decisión.
A los quince años me convertí en prostituta.
Todo cambio. Deje la escuela. Deje mis amigos. Deje todo, para conservar a mi hermano.
Decir que me avergüenzo de ser lo que soy, es mentira, gracias a eso, puedo llenar el estomago de mi hermano, le puedo comprar ropa, juguetes y puedo pagar el alquiler de nuestro apartamento. Gracias a eso y a pesar de todo, lo podía ver feliz.
Ahora estoy en el colectivo, viajando a mi casa. Me faltan unos diez minutos para llegar. El colectivo esta completamente vacío, algo que siempre agradezco, odio las miradas prejuiciosas de las personas. ¿Ellos que saben?. Nada, solo juzgarte sin conocerte. Creen que por llevar una pollera corta y un top escotado, sos una puta que no vale nada. Tal vez si soy una puta, pero si valgo algo, aunque no para ellos.
Hoy fue un buen día. Deje a mi hermano con la niñera y viaje una hora hasta mi lugar de trabajo. La cual en realidad era un motel de segunda donde atendía a mis clientes, por así decirlo. Junte dos mil pesos. Me fue bien ya que necesito la plata. En una semana es el cumpleaños de Matias, va a cumplir tres años. Estoy organizando su cumpleaños en un salón de fiestas infantiles, voy a invitar a sus compañeritos de jardín. El todavía no lo sabe, es un cumpleaños sorpresa.
Veo que me acerco a mi parada, me levando del asiento y camino unos pasos hasta la puerta de salida, toco el timbre, el chófer frena y abre las puertas para que yo pueda salir. Lo hago y el frío viento de invierno me deja los huesos helados. El intento de pollera que llevo no hace nada para mantenerme caliente en esta la noche, así que mis piernas se llevan la peor parte. Emprendo el camino a mi casa, que queda a cuatro cuadras de la parada de colectivos donde estoy. Son las cinco de la mañana y estoy muerta del cansancio, creo que tranquilamente podría echarme a dormir en la vereda con algún perro callejero de almohada y otro de manta. Las calles están completamente vacías, a esta hora la gente normal duerme. Me gustaría ser una de esas personas.
Mi primera vez, ese es un lindo recuerdo. Lo atesoro como uno de los mejores. Recuerdo todo y cada uno de los detalles.
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Inocencia perdida.
RomanceLa vida no siempre es justa, pero nadie debería de descubrirlo tan joven. Él me salvó, más de una vez. Me saco de un pozo sin fondo cuando más lo necesitaba. Ahora soy suya, aunque él no es mío. Después de casi tres años él vino a buscarme y reclama...