Sabía a sal.
A tierra y a sal.
Llevaba mucho tiempo bajo la tierra, con tanto metal encima era difícil salir. La armadura se le clavaba en el lomo, sentía la sangre brotando, alimentando el suelo y reuniéndose con los demás. El peso le impedía respirar tranquilamente. ¿Se ahogaría? ¿Moriría al fin? Por los cielos, le habría encantado que eso fuese posible. Ella, quizá alguien la hubiera herido y estuviera moribunda también, en el suelo, bajo los cuerpos. Entonces pronto podría descansar.Volvió a intentar levantarse. Un poco más despacio esa vez, sacudiéndose un poco para mover el peso de los cuerpos sobre él. Escuchó un golpe sordo y logró ver un rayo de luz, gris y apagado, pero luz. Se movió un poco más. El peso sobre él empezó a ser menor, el aire cambiaba, se movía. Salió.
Tomó una inhalación profunda. Su nariz recogió los aromas del aire, le dio información como siempre había hecho. Metal, sangre, tierra, cuerpos, humanos y otros. Y estaba solo. Tan solo como nunca había estado en esa llanura. No quería levantarse, no quería moverse. No había nada que quisiera más que morir y dejar todo. Y nada le era más difícil.
Sus garras se clavaron en algo suave, no quiso mirar. Le costó encontrar equilibrio, sabía que estaba herido, que había perdido demasiada sangre, pero no le preocupaba, no iba a matarlo. Su cola empujó algo enorme, pesado, pero se negó a mirar. Se negó a buscar rostros conocidos, su memoria lo haría después, él tenía algo más importante que hacer en ese momento. Empezó a cavar.
Su piel no era tan impenetrable, notó. Las garras, los trozos de metal, las armas no vistas se le clavaban en la piel, en el vientre, en el lomo, y lo marcaban. Esas cicatrices no se iban tan rápido para los suyos. Era un trabajo arduo, complicado, su trabajo.
Para cuando terminó no sabía cuántas heridas tenía. El campo era una masa enorme de sangre y agua, la lluvia había empezado en algún momento pero no se sentía limpio, no había nada que pudiera hacer que se sintiera limpio. Era su gente, su pueblo. Acababa de enterrar a todos y cada uno de los que conocía, y a sus asesinos.
La guerra había sido terrible, tanto como podía ser. No había habido bando ganador, ni vencedores, no había habido nadie para regodearse en el resultado. Intentó no pensar, no buscar culpables, todos habían sido víctimas del resultado final. Esperaba que hubiera alguien cerca, lo suficiente para escuchar sus lamentos, ojalá se asustasen tanto que no volvieran a buscarlos, ojalá nadie se atreviera a regresar a aquel campo.
Se despertó llorando, esos no eran sus recuerdos pero le dolían como si lo fueran. No entendía su dolor, no había forma en el mundo de que lograra entenderlo. No podía consolarlo, ni alentarlo. Se sentó en la cama, en silencio, escuchándolo dormir. Él seguía profundamente dormido, soñando con guerra y pérdida. Ella ya no lograba dormir de nuevo, aquella cama de repente era demasiado grande y solitaria.
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Elka
RomanceSi tuvieses un destino, un único destino, al que volver una y otra vez toda la eternidad ¿Qué harías?