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Izzie había despertado, su corazón exaltado le avisaba sobre un mal presentimiento. Pero su “rebeldía” no le hacía creer tal cosa. Tomó su teléfono e intentó marcar a su mejor amiga, Karley. Pero luego de no obtener respuesta por su parte, recordó que habían discutido porque Karley quería ir al centro comercial aquel día, pero Izzie nunca dejaba sus entrenamientos a un lado. Estaba segura de que este año ganaría la competencia.
Se levantó a duras penas de su cama, algo triste porque seguro Karley habría ignorado su llamada. Pero no dejó que le bajara los ánimos, su buen estado siempre le brindaba inspiración para que todo saliera bien durante sus prácticas de surf. A diferencia de que hoy no la acompañara Karley, ya que era habitual su presencia en cada práctica.
Izzie se dio una ducha fría, de alguna manera esta le resultaba totalmente relajante. Se colocó rápidamente su traje de baño usual para entrenamientos y bajó rápidamente por las escaleras. Izzie acostumbraba a desayunar luego de una buena práctica, su madre le decía que el desayuno era la comida más importante que le daría energía durante el día, pero lo que le daba a Izzie energías era su estupendo estado de ánimo. Pasó a la cocina y sólo tomó un vaso de jugo de naranja. Corrió hacia la esquina en donde su tabla se hallaba, tomó esta y sonrió ampliamente. Soltó involuntariamente un leve suspiro yendo hacia la salida de casa. Sus padres habían salido temprano a trabajar, así que hoy se quedaría sola en casa después de terminar su gran entrenamiento.
Hay muchas ventajas de vivir en una isla, y es que Izzie no tendría que viajar tan lejos para llegar a la playa cuando estaba a unos cuantos pasos de su casa. Llegó rápido, prácticamente corriendo. Su corazón palpitaba exasperado, y no sabía si era por la emoción, la gran carrera tal atleta o la combinación de ambas. Tomó un respiro y finalmente logró entrar al agua salada junto a su amada tabla de surf.
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Buen viaje muchachos, los amo.-Dijo la madre de los hermanos Fuentes brindándoles un gran abrazo grupal. Victor y Mike vivían en México. Mike ya había terminado su carrera de medicina general y Victor apenas la comenzaba, ya que tuvo algunos incidentes o mejor dicho varias discusiones con sus padres cuando recién comenzaba. Los hermanos Fuentes iban en busca de un mejor trabajo, en el caso de Mike, y de una mejor carrera de medicina, en el caso de Victor.
Luego de varios abrazos y besos de despedida por parte de la familia Fuentes, al fin habían llegado al aeropuerto donde partirían a Estados Unidos, como decirlo “el sueño americano”. Todo iba bien, abordaron el avión y este se elevó por los aires dándoles una hermosa vista. Pasaron varias horas, y aún no llegaban. El piloto transmitió por el alta voz un mensaje de advertencia sobre la turbulencia. Victor y Mike ajustaron sus cinturones e intentaron relajarse con un poco de música. El avión se agitaba mucho y era difícil mantener en control las emociones, sobre todo el miedo. Se escuchó un horrible estruendo, y la presión se hacía cada vez más profunda. Nadie sabía lo que pasaba pero de pronto todos comenzaron a gritar desgarradoramente y en un abrir y cerrar de ojos, todo estaba hecho un desastre.