"Carta número Once"

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     Corderos, los corderos aúllan, aullidos llenos de dolor; pero ¿Qué cruel tortura cae sobre ellos?, ¿Qué cruel tortura hace que estos miserables seres expulsen gritos tan potentes que se ahogan, que sacan el alma por los pulmones?

   Recuerdo ir bajando por la escalera, aterrorizado, aquella escalera de la extraña casa obscura en la que vivías, no había fuente de luz alguna mas que las tristes veladoras. Olía a humedad, polvo y el extraño olor que despedían las plantas que cultivabas en el patio trasero. Entre de pronto a la cocina y te vi, tu perfecto cuerpo que se movía con cadencia, sin decir palabra alguna, y enfrente de ti, el pobre animal que emitía aquellos sonidos guturales. Lentamente volteaste a verme, temí en ese segundo el perderte, pero sin embargo tu mirada era totalmente inerte.

   Se volvió constante, la cocina quedaba limpia sin rastro alguno de la sangre que emanaba de las entrañas de aquellos animales sometidos a aquella práctica. Llegabas y callabas todo asunto relacionado con ello, y yo sabía que no había nada que preguntar, me veía obligado a tomar aquel estofado de cordero. Cada vez que quedaba cautivado en tu belleza, pasaban solo algunos momentos para que vinieran a mi como una oleada todas aquellas imágenes. Recuerdos que acudían a mi cabeza siniestros; pellejos y sangre, pero lo que en realidad quedaban en mi memoria aquellos aullidos, llenos de angustia y dolor. Los escucho todas las noches, como si su sufrimiento fuera mio también, ese sufrimiento causado por la misma persona.

   Es como si lentamente me despellejaras a mi también, Enea, vivo, como todas aquellas criaturas que pasaran por tu mesa; su tormento te era indiferente, al igual que el mio.


-A.

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⏰ Last updated: Feb 26, 2017 ⏰

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Cartas a un Amor en AgoníaWhere stories live. Discover now