Idea Suicida

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El cuerno de guerra era gigantesco, nunca antes había reparado en eso, pero en ese momento, al verlo detalladamente noté su grandeza. Comenzaba en la pequeña punta, por donde se soplaba, y seguía creciendo hacia arriba, en forma de espiral, hasta llegar al menos a tres metros de altura, la boca por donde salía el sonido gutural y apocalíptico debía medir aproximadamente dos metros de diámetro. Estaba postrado en un bloque de piedra que parecía azotado por el paso del tiempo. La verdad que no era un cuerno al que se pudiera llevar colgado del cuello en las batallas. Las plantas enredadoras se habían pegado tanto a él que no habría recordado su color original de no ser por las pequeñas partes que se salvaron de ellas. El mismo se alzaba por detrás de una gran estatua de piedra, un gran hombre con una armadura increíble, en su mano derecha sostenía una intimidante espada y en la otra, un hermoso báculo de poder. Alto hasta su cabeza, y en la punta tenía un gran escarabajo, que estaba muy bien tallado en la piedra y pintado de un color violeta en la parte de las alas, era la estatua del Gran Guerrero Syltans. 

Según las historias que nos contaban los mayores, Syltans fue el líder de nuestras tropas en el momento del alzamiento de los magos oscuros. Cuando estos llegaron a las montañas de Alhumar, que se encuentran al norte de Bulgamur, nuestro pueblo, se toparon con el escudo: una gran muralla mágica apenas visible. Se distinguía por su tenue color azul marino adornado con inquietas y pequeñas luces negras que, según los sabios, eran las almas de quienes intentaron atacar el escudo y murieron en el intento. No les fue fácil debilitarlo para abrir brecha, pero sus hechizos eran realmente avanzados y poderosos y, sus guerreros, que siempre fueron débilmente entrenados ya que la especialidad de Oscumtir era la magia negra, atacaron al escudo con sus hachas y lanzas que poseían una especie de bendición invocada por los magos, que les daba un poderoso y mortífero daño mágico, lo que compensaba el mal entrenamiento. Todo esto ocurría a la vista de los guardianes de las montañas que, al divisar el ataque, enviaron un Feugo con la advertencia de la inminente invasión. Los Feugos eran grandes bestias voladoras, de un rojo anaranjado como el fuego, similares a los murciélagos, pero tienen una cola escamada, que en los más grandes pueden llegar a medir tres metros de largo. Eran muy peligrosos, ya que por su boca llena de afilados dientes, escupían un poderoso y mortífero ácido azul. En la punta de la cola poseían una especie de triangulo, con dos filosos huesos en las puntas. Nuestro pueblo poseía solo dos Feugos, estaban bien amaestrados, así que no eran una amenaza, al menos que fueras un mago oscuro. La llegada de la noticia al pueblo sembró el pánico, siempre llegaban notificaciones de que el escudo estaba siendo atacado, pero siempre eran grupos pequeños de magos que al parecer estaban probando sus poderes. Esta vez no fue así.

 La muralla mágica recorría todo el cordón montañoso que divide los dos pueblos, Oscumtir y Bulgamur. La parte más débil que se conocía era la que se encontraba en el valle Alhumar, en esa parte el escudo sufrió muchos ataques a lo largo de los años, allí obviamente los guardianes tenían su campamento. Siempre se creyó que si algún día los magos oscuros atacaban el escudo seria allí, y así fue; luego de siete días de continuo ataque, la barrera cedió y toda la parte que abarcaba el valle colapsó convirtiéndose en pequeños fragmentos de cristal mágico, los guardianes lucharon hasta la muerte y lograron retrasar el ataque lo suficiente para que Syltans pudiera reunir las tropas y prepararlos para la batalla.

Pero basta de recordar viejas historias por un rato.

Parado frente a la estatua estaba Miglos, con su peculiar pata de palo, sí, le faltaba la pierna derecha. Él había luchado muchas veces junto a mi hermano, pero el grave accidente con su pierna lo dejó fuera de las tropas, quizás les cuente su historia más adelante. Desde ese momento solo se encargaba de entrenar a los nuevos reclutas, reunir al pueblo para hacerles saber de los avances en las recorridas en las montañas, o notificar quiénes eran los encargados de adentrarse en el bosque cerrado para cazar. El bosque cerrado era más allá de nuestro pueblo, donde nadie tenía el coraje de entrar. Aunque nosotros estábamos en el mismo bosque, esa parte era mucho más tupida, casi no había senderos y era muy fácil perderse, se contaban muchas historias aterradoras acerca de esa parte del bosque.

MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora