Mi diario

SOLEDAD

Creo que nunca fui capaz de sanar la herida que estaba dentro de mí. Aunque les hacía creer que estaba segura de mí, tranquila y andariega, lo cierto es que de vez en cuando me preguntaba qué me hacía falta, que me hizo falta, que di de menos, en qué había fallado. Las preguntas estaban dirigidas a un ataque personal demasiado fuerte. Bombas que yo misma me lanzaba.
Algunas veces, me decía "tranquila, no has sido tú" pero mayor era el número de veces que me recriminaba por eso.
Creía que estaba bajo control. Pero en la realidad, esto habia afectado mi autoestima y mi seguridad en una escala incompresible y que solo puedo ser consciente de lo que fue, ahora, porque aún lo sigue siendo.
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Empecé a cargar con culpas y pesos que no me pertenecían, provocando el nacimiento de un temor que nunca había experimentado: la soledad.
Lo que hacía, decía o pensaba, apuntaba indefectiblemente a satisfacer a las personas que estaban conmigo, o más bien, obligarlas a vivir en paz conmigo.
Mi error era que guardaba silencio cuando sus insultos o vacías palabras me golpeaban sin parar, pedía la calma y finalizaba mi intervención con un "perdón, no quise hacerlo" aún cuando pudiera ser que no haya provocado la discusión o siquiera, sobre mi cayera la responsabilidad de una mala actitud. Pero lo asumía como mía. No es un juego de palabras. Era lo que me sucedía. Lo que me sucede. Justo ayer, antes de escribir estas palabras, lo volví a sentir.
Pero nadie puede darse cuenta de esto. La gente no suele pensar en el daño que le hace al otro. Yo, por el contrario, todo el tiempo estaba precedida de no ser la culpable de una fracción.
Ese maldito sentimiento que se apodera de mí, tiene la fuerza de absorberme dejándome sin lucidez, crea pensamientos caóticos y suele ganarme la batalla.
Entonces, aquí, les cuento mi historia.