¡Vaya fiesta!

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¡Vaya fiesta!

Hermione se molestó aún mas consigo misma cuando se encontró a si misma frente al armario, buscando algún vestido que la favoreciera.
Mientras se bañaba y maquillaba, se había dicho que solo lo hacia porque quería estar arreglada para sentirse bien con ella misma. Pero estar entre el vestido negro y el rojo, era una fuerte afirmación de sus intenciones dirigidas por su inconsciente bien consciente.

Con un prolongado suspiro de resignación dejó los dos vestidos en el fondo del placar y tomó uno color azul que no era tan provocativo como los otros dos.

¡Fred Weasley no era Brad Pitt ni nadie por el estilo! Tenía que dejar de comportarse de manera tan absurda. 
¡Todo eso era culpa de los sueño! Si no fuera por ellos, no estaría tan nerviosa. Tenía que relajarse, Fred no le pediría ningún beso.

Con cansancio se arrodilló junto a su cama y metió la  mano debajo de esta para tomar la caja de zapatos que iba a usar. Pero su mano rozó la punta de algo frío y duro. Al agachar la cabeza se encontró con una vieja caja de madera que su padre le había regalado cuando abandono su casa para ir a la universidad.
Con una sonrisa en los labios tomó la manija de la caja y la arrastró para sacarla de debajo de la cama.
Al mirarla frente a ella con una ligera capa de polvo no pudo evitar soltar una risita cargada de nostalgia.
Le echó un vistazo al reloj que había sobre la mesita de luz, todavía faltaban diez minutos para que fueran a recogerla.
Con cuidado levantó la tapa y se encontró con docenas de pequeños subvenir, libros de bolsillo que la habían marcado en algún momento de su adolescencia, facos de cartas, CDs y un gran álbum de fotografías de color bordo con pequeñas flores doradas.

La tapa del pequeño cofre estaba revestida de recortes de periódicos, fotos de cantantes y actores que le gustaban, hojas secas y marcadores de libros con poemas. En un rincón enganchada con una hoja seca de otoño había una fotografía muy vieja que la castaña observó con cariño.
En esta estaba ella con apenas cinco años, en una pequeña plaza que había frente a la casa de sus padres; estaba sonriendo, rodeada de sus vecinos y grandes amigos. El hijo de los Potter, Harry, con su cabello azabache despeinado y sus ojos verdes detrás de gafas redondas estaba a su lado, tratando de hacer una mueca rara solo para molestar al fotógrafo.
También estaban los seis hijos y la hija de los Weasley, todos pelirrojos sonriéndole a la cámara. Bill y Charle, a pesar de estar en plena adolescencia sonreían alegres, disfrutando del tiempo con sus hermanos pequeños. Percy con sus gafas rectangulares ya a sus diez años tenía aquel semblante petulante de chico Yo-Lo-Se-Todo.

Hermione soltó un bufido al ver a los gemelos Weasley a sus "tiernos" siete años. George no le molestaba para nada, pero era ver a Fred en aquella fotografía con su odiosa sonrisa burlona haciendo muecas detrás de ella, y ya perdía todo su buen humor y el cariño que le provocaba la fotografía se esfumaba.

Para no amargarse más, pasó sus ojos a los más pequeños del matrimonio Weasley, Ron con cinco y Ginny con apenas cuatro. 

Era increíble como había pasado el tiempo. Aunque muchas cosas habían cambiado, otras no, y Hermione daba gracias al cielo de que así fuera. Aún trataba con casi todos los Weasley, siempre podía pasar horas hablando con Harry o con Ron y a pesar de que se hubiera mudado, ella seguía siendo vecina de Ginny. 

El timbre la tomó por sorpresa. Cerró el cofre de un golpe seco y se apresuró a sacar la caja de zapatos de debajo de la cama y ponérselos a tropezones mientras corría hacia la puerta.
Al abrirla se encontró con un hombre alto de despeinado cabello negro y gafas, y detrás de este estaba su amiga Ginny, con una sonrisa soñadora. 

—Lamento la tardanza.— dijo en voz ronca Harry con las mejillas carmesí. 
—Llegaste en hora.—le aseguró Hermione mientras tomaba su bolso y salía de su apartamento
Ginny soltó una risita. La castaña puso los ojos en blancos, solo tenía que mirar con atención las mejillas sonrosadas y los labios rojos de sus amigos para saber que Harry había llegado mucho más temprano y se había encerrado junto a Ginny en el apartamento de esta para tener una larga sección de besos entre las cajas de la mudanza. 

Por un maldito juego de botella. AU [Fremione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora