"Mirarte a los ojos, oírte charlar, dejar que me peines, en vez de pensar".
Que tanto daría por volver en el tiempo, pero no a un tiempo que he vivido, sino un tiempo atrás; 1960 o así donde no eran comunes los teléfonos móviles, las falsas amistades por internet, o las relaciones a distancia, donde para conocer a alguien era necesario armarse de valor, acercarse y esperar saber improvisar una conversación de las que ya no quedan.
¿Porque cuantos de nosotros hemos encontrado el amor de nuestras vidas en el transporte público?, como un hombre mayor jugando a la serpiente en su Nokia 3310 clásico, como un niño volviendo de la escuela con 40 canicas nuevas o como una chica común con un libro para pasar el rato.
Dejándome de engaños, cuantas oportunidades habré dejado pasar por no decirme a mi mismo; "ve, idiota, no esperes a que se baje del bus para pensar en que hubiese sucedido si le dirigías la palabra", paradójico, ¿no?.
En este instante es precisamente lo que me sucede.
Entonces me postulo... si en algún momento se me hubiera escapado un "Hola, ¿que tal tu día?", que habría sido de mí, tal vez no estaría pensándolo, o tal vez estaría pensando; "Demonios, porque se me escapó ese: Hola, ¿qué tal tu dia?".
Las dos caras de la moneda le llaman comúnmente, suerte, karma, hechos aislados independientes, probabilidad, que le llamen como quieran, el hecho es que una vez en el pasado, dejan de ser sucesos impredecibles y pasan a ser memorias, parte de la historia.
Si a las 8 A.M un sábado, en este parque, hace unos años atras fuera consciente de todo lo que podia dejar pasar podría intentarlo de nuevo, ir en transporte público en más ocasiones, dejar escapar oraciones sueltas con alguna esperanza de iniciar una buena conversación, tal vez, solo tal vez, sonreírle a una chica aleatoria al día, así podría personificar esos años dorados que tanto extraño y que nisiquiera viví, cuando las conversaciones eran más un juego de agilidad mental que de agilidad con los pulgares.