CASA DE MOSCAS
© lafondadelsol
Contenido adulto.Chas, chas, chas.
Los mechones de cabello llueven sobre el lavabo y algunos acaban en el suelo. Las lágrimas nublan mi visión. Me tiemblan las manos, las piernas, me palpita el corazón como tambores contra las costillas.
Debería de soltar las tijeras, razono, pero es reconfortante sentir el peso del metal entre los dedos, ver cómo cada pieza se desprende del resto de mi cabeza y deja de ser parte de mí. Así que dejo que la tijera se mueva como si tuviera vida propia y yo no pudiera decidir por mi cuenta. Avanza y no tiene piedad: se lleva consigo los recuerdos dolorosos y el pasado por el que daría la vida por borrar y el presente que debería cambiar... pero no sé cómo. Tampoco sé si quiero.
No creo que valga la pena a esta altura del partido.
Mi mirada se eleva hasta encontrarse con la de una nueva YoungSoo en el espejo empañado por mi respiración entrecortada por el llanto. Ahora lleva el cabello apenas dos centímetros por debajo de la barbilla. De un lado está más corto, algunas hebras se adhieren a mis mejillas ateridas y mi nariz chorreante de mocos líquidos.
Me veo fatal, vomitiva. Innegablemente soy un desastre, pero así estoy mejor. Más liviana, menos culpable, menos sucia. Es un alivio temporal pero por el momento me basta y me sobra. Me seco las lágrimas con el dorso de la mano, sorbo los mocos y respiro hondo.
Me he deshecho de todo el cabello que él ha tocado y ahora nadie más deseará hacerlo.
