Tobias P.O.V.

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Voy a ver su cadáver. Está tumbada en una mesa y por un instante creo que está dormida. No quiero tocarla y sentir esa sensación que sientes cuando tocas un cadáver. ¡NO! ¡No puedo! No es posible que la esté llamando "cadáver", a ella, a Tris, a mí Tris. Pero no me resisto y tomo su mano, contrario a lo que pensaba está tibia, suave, frágil. La veo como una dulce chica de 16 años, como lo que es, a pesar de su traje de guerrera, con su traje osado.

No lo resisto y caigo de rodillas, siento que grito, maldigo y golpeo. Pero, solo lloro en silencio, las lágrimas caen sin detenerse. Algunos me consideran una leyenda osada y quizás alguna parte de mi llegó a considerarse así. Pero acá, ahora, de rodillas ante ella no soy más que un hombre común y corriente, tal vez menos que eso un ser humano genéticamente defectuoso.

Las lágrimas se detienen en lo que a mí me parece un siglo. Cara me observa en silencio y llora por la muerte de la chica que mató a su hermano. Tal vez si tengamos algo defectuoso, pienso.

-Cuanto hace de... -no logro terminar la frase.

-Cinco horas –contesta-. Fue David. Él estaba en el laboratorio cuando ella entró. Sostenía un objeto con el que la golpeó en la cabeza justo cuando ella liberaba el suero de la memoria –su voz se corta -, la encontramos ahí, ya no respiraba. David estaba aturdido por el suero, era inútil matarlo –dice y yo difiero –no recordaba lo que hizo.

-Bien –dije. Me levanto y me preparo para otro momento, veo a Christina en la puerta. Es la hora de la despedida de Uriah.

Venga, es la hora. Van a desconectarlo.

Aunque las palabras me estremecen, me pongo de pie. Hana y Zeke han estado junto a Uriah desde que llegamos, tomando su mano. Christina está junto a mí, y todos tomamos una parte de Uriah, sus manos, sus brazos. Su madre lo toma del rostro, recordará, tal vez la primera que lo vio, cuando nació. No puedo imaginar su dolor, un día mi madre también me perdió. Y yo sufro mi propia perdida en silencio.

-Hágalo –dice Hana. Es osada hasta la medula. El medico muevo algunos interruptores, y las maquinas dejan de respirar por Uriah.

A Zeke le tiemblan los hombros y Hana dice algo. Los osados tienen sus palabras para estos momentos. Estoy a punto de salir corriendo ciego de dolor, cuando se escucha un bip, el doctor se vuelve a los aparatos.

-Es imposible –dice.

Entonces Uriah abre los ojos. Nos quedamos todos sin habla. No sabemos o que ha pasado. Creí que jamás vería los ojos de Uriah de nuevo. Zeke es el primero en reaccionar y me abraza, como si yo tuviera algo que ver con esto. Sus signos vitales se escuchan fuertes en los aparatos.

Uriah intenta hablar. Lo logra. –Madre, ¿tienes un trago? –su madre se ríe. Y yo siento envidia de su felicidad, lo atribuyo a mis genes defectuosos.

El doctor nos pide salir y yo deseo desesperadamente hacerlo. Veo a Cara correr por el pasillo, pensé que estaba con nosotros, con Uriah, llora más que antes, me asusta y luego me pregunto, ¿por qué? ¿Qué más podría pasar?

Se detiene, me mira, me abraza. Me abraza tan fuerte que me siento incómodo. Veo que sus lágrimas no son de dolor, ríe. Es imposible que sepa lo de Uriah, no estaba dentro. Siento esperanza, un pensamiento casi absurdo y loco llega a mi mente, lo descarto, no soportaría un dolor tan grande. Continúo abrazado a ella, la rodeo con los brazos, la aprieto fuerte contra mi pecho, muy fuerte, siento los latidos de su corazón y digo a su oído, digo sin decir, sin saber lo que digo.

-¿Qué pasa? –veo a Christina que entra a la sala donde yace el cuerpo de Tris, sale y llama a los médicos. No espero la respuesta de Cara. Corro y entro, me detienen. Los empujo, tengo que ver qué pasa, tengo que verla. No lo logro.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2017 ⏰

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