★Capítulo 2★ (Editado)

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La noche había caído y yo me encontraba bajando por las escaleras rápidamente, y aquello que vi me dejó anonadada. Era el chico que me observaba en silencio en la escuela desde muy temprano; el de ojos azules grisáceos como el mar, pero en paupérrimas condiciones. Quería gritar, ya que había pensado de que se trataba de algún ladronzuelo acechando la casona ostentosa. Aunque eso no resuelto ser, ¿Qué hacía por aquí y a estas horas?

Se hallaba con un brazo herido, para ser más precisa, el corte nacía desde su hombro hasta llegar casi a su antebrazo. Se encontraba casi desfalleciendo; arrugaba la frente tocándose la zona afectada. Le observé el rostro y su piel se tornaba algo pálida por la pérdida de sangre que salía sin más. Le toqué la frente y se encontraba sudando frío.

—Por Kami, pero... ¿Quién te hizo esto?

Cuando levanté apenas la mirada vi como algo o alguien se alejaba de aquí saltando del muro que rodeaba el jardín.

Negué con la cabeza reiteradas veces y luego me centré en Ranma que estaba aún en el suelo.

Abrió los ojos desesperadamente cuando quise tomar iniciativa de llevarlo dentro y curarle, al menos un poco pararle la hemorragia.

—¡Demonios tengo que seguirle!

—Ranma, ¡oye tranquilo! ¡Te vas a desnivelar!

—¿Akane? Pero, ¿Qué haces aquí?—volteó de golpe a observarme a los ojos. Sin embargo, en ese instante, cayó rendido al suelo desmayado y aún con la sangre derramándosele.

Despertó alborotado, pero más eran sus deseos de seguir ese a alguien que se marchó de aquí cuando lo encontré tirado de forma harapienta.

Corrí tras un pedazo de tela que hallara dentro de la casona y volví donde él. Le amarré el brazo para que evitara que se desangrara más. Lo cargué en mi espalda llevándolo a un cuarto que tenia por ahí cerca. Abrí la habitación y llegué a postrarlo en la cama que había en ella. Sin pensarlo, volví a mi habitación por el teléfono y marcar inmediatamente al doctor de mi familia. Bajé al primer piso dirigiéndome al cuarto donde todavía se hallaba echado.

Intenté curarle las heridas superficiales que tenía. Tal vez no era agraciada o delicada haciéndolo, pero por lo menos, no quería que derramara una sola gota más de sangre.

Al cabo de unos minutos, el timbre de la casona resonaba y corrí a abrirle la puerta.

—Hola Akane, ¿Donde se encuentra?

—Ven te mostraré.

Mi cuñado y yo lo fuimos a ver. Cuando le revisó, hizo una mueca en su rostro de disgusto.

—Por poco y le arrancan el brazo, pero esto tiene solución. Akane, voy a necesitar de tu ayuda.

Asentí sin darme tiempo a pensar. No me gusta verlo así.

—Bien, entonces. Necesito lavarle la herida y coserle. Aunque antes de comenzar tengo que desinfectarle. Tráeme un tazón de agua tibia y toallas limpias. —en la mesa de noche que se encontraba a un costado, reposó su maletín de médico en él y comenzó a preparar su indumentaria.

Fui a paso veloz a llevarle lo que necesitaba.

—Aquí tienes.

—Bien Akane. Comenzaremos de una vez. Hay que saturarle la herida lo más rápido posible, pero primero esto. —le entregué una toalla y la ubicó debajo del brazo herido. La segunda toalla me la pidió y tomó agua del tazón con ella limpiando los rastros de sangre seca.

Parecía una enfermera, pero en realidad no era nada nuevo. Yo lograba escabullirme para ayudarle en lo que necesitara desde hace mucho cuando podía y en ese momento necesitaba de mi presencia.

 Lo inesperado de una vida de dos mundos opuestos *★en Proceso y en Edición★*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora