Desde que la guerra se había alejado de las tierras de Ionia, se esparció como el agua un fuerte rumor que nació por una gran cantidad de desaparecidos, específicamente hombres. Se decía que todos aquellos que se adentraban al gran bosque del sur de la isla no volvían jamás.
Muchos buscaban rastros de los desaparecidos pero simplemente no dejaban rastro alguno. Nunca nadie se imaginaria que aquellos desafortunados caían atrapados por una hermosa y efímera tentación, todos sus más apasionados deseos hecho persona. Podían encontrar en aquel bello y frágil ser que habitaba en medio del bosque todo lo que necesitaban, por lo que entregarse por completo a ella no se le era para nada difícil. La compasión era una palabra que no existía en el vocabulario de la bella gumiho, no le importaba en absoluto si sus víctimas tuvieran una importante vida ahí fuera, ella solo hacia valer los juramentos que salían de sus bocas.
─ "Estaremos Juntos para siempre..."
Le susurró seductoramente al odio a su adormilado acompañante que yacía sobre las hojas caídas de los árboles, para luego depositar un sutil beso sobre la frente de este, el cual estaba consiente desde un principio de que su final estaba cerca. Una vez el sujeto quedaba inconsciente, Ahri no dudo en comenzar su cotidiano ritual, comenzó a alimentarse de sus esencias vitales hasta quedar completamente saciada. Una vez terminado su cometido se alejó de aquel lugar llena de energía pero con una deprimente sensación que la empezó a invadir el último tiempo.
¿Hasta qué punto ella sería capaz de llegar para lograr cumplir su anhelado deseo? ¿Cuántas vidas tendría que cobrar para ser quien quería realmente ser?
Era un dolor que Ahri cargaba en su corazón a pesar de que había jurado que jamás sentiría lastima por nadie, pero aun así todas las noches tocaba una bella melodía para aquellos que se volvieron parte de su ser, buscando también así su propio consuelo ya que bien sabía que no tenía salvación...
