cry, little boy. || phan. «

» three

«Lo olvidarás. Sólo ven a la fiesta.»

No habría forma de que las ojeras de Dan y su esquelético cuerpo sean disimulados, ni siquiera con maquillaje, y eso que era bastante bueno usando el mismo.
El ojimiel siempre habia tenido defectos consigo mismo, desde los rulos en su cabello, hasta la forma que tenían sus hombros. Sólo había una persona que lo hacia sentirse conforme con sí mismo, y era Phil. Dan se inculpó más a si mismo que a Phil por la reciente ruptura, por lo que un trago en la fiesta para quitar ese hueco en el pecho sería algo bueno.
Es triste cuando intentas ser feliz, y de repente aparece esa persona que te hace sentir tan feliz, que se te hace imposible poder imaginar un mundo horrible. Pero que no está contigo.
Ahí estaba Phil. Sus labios se movían al compás de los de PJ, sus manos estaban por dentro de su camiseta, y ambos se encontraban sentados en un sillón.
Lo único que se le cruzó por la mente era llorar. Sus ojos ardían, ardían porque él quería ser PJ. Sintió sus mejillas arder, porque pensó que en algún momento, volverían. Sintió su corazón, no arder, si no quemarse. Bajó la mirada al suelo, mientras lágrimas salían de sus ojos. Sale del lugar para caminar hacia su departamento, mientras el humo de el cigarrillo que reposaba entre sus labios era apagado por el llanto del menor, un llanto sin color, un llanto devastador. El llanto de un corazón roto.
Bebió toda la noche, mañana y tarde, hasta caer en una siesta que duró casi dos días.
No cabe mencionar los problemas de Dan con su alimento. Luego de observar por horas su café, se dedica una vez por semana a comer cantidades enormes de chocolates, caramelos y bombones. Al ya estar lleno, se dirige hacia el baño, para expulsar todo usando nada más que dos simples dedos. Era lo único que le ayudaba a sentirse él, a falta de Phil.
No comía en toda la semana.
Lo único que recorría su mente era la imagen de Phil con PJ. Tomados de la mano, abrazados, solo besándose. Y quizás metiendo manos a donde no debían.
Una frase retumbaba en sus oídos, en su mente y en su cuerpo, y era "Ya no te pertenece. Y nunca lo hará."