Capítulo Uno: Conociendo compañeros.

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Aaron Kall se había despertado a las seis de la mañana ese día, con los nervios a flor de piel. Pero se sentía bien, la sensación era algo de lo que se podía acostumbrar, lo veía como un reto, y a él le fascinaban los retos.

—Aaron.—mientras trataba de cerrar su maleta vio a su hermana que se paraba en el marco de la puerta. Sostenía un plato con un cupcake, y en el una vela de cumpleaños.

—Anahís, buenos días. —el rubio la saludó efusivo.

—¿Hoy te irás?

Aaron se tomó un minuto para observarla. Era su copia pero en una mujer. Los dos habían nacido el mismo día, Aaron primero y cinco minutos después Anahís, los dos con ojos azules, intensos y retadores. Los dos fueron compañeros en toda su vida, desde pequeños tenían pequeñas aventuras; pero ahora todo acababa, Aaron iba a regresar a los estudios para retomar la secundaria, y Anahís a la universidad. Era un dolor en el alma para ambos, pero también el sueño de Aaron, y nadie se le iba a negar.

—Tú eras la primera en saber, Ana.—sonrió feliz, sin notar la tristeza de su hermana.—¿Tú cuando empiezas la universidad?

—La semana que viene.

—Oh, ¿y el cupcake?—cuando finalmente Aaron pudo cerrar la maleta se acercó a su hermana.

—Para ti.—se lo extendió.

El rubio tomó el plato y lo observó.

—Ann, ¿estas bien?

Y su hermana rompió en llanto.

Era entendible, su hermano siempre fue su ayuda en los tiempos difíciles, cuando sus papás se separaron, cuando tuvo su primer novio, cuando sus amigas las dejaron de lado, Aaron siempre estuvo para ella.

—Quiero que vayas pero a la vez no.—murmuró cuando Aaron la abrazó, sus palabras se oían amortiguadas porque tenía la cabeza sobre su pecho.

—Siento lo mismo, Annie.—Aaron se encontraba fuerte, pensó en este momento desde que el internado lo había aceptado.—Pero tienes que estar bien, volveré, siempre vuelvo.

—Lo sé, pero eso no hace que sea doloroso.—Anahís se separó de su pecho.—Entiendo que te encante, todo eso de los numeritos y las cuentas, pero, ¿te llevará mucho?

—Estaremos juntos en menos de lo que te imaginas, ¿qué dices si vamos por un helado y luego le pedimos a papá que nos lleve al internado?—propuso.

—Vamos.

En otra parte, Timothy Wreen se encontraba haciendo dibujos en su cuaderno mientras esperaba que su compañero de habitación saliera del baño. Estaba muy aburrido, sus padres lo habían dejado hace dos días en el internado, y no tenía permitido salir a menos que sus padres lo permitan, y como era de esperarse, sus padres no lo dejaron. Su fin de semana fue completamente aburrido, su compañero de habitación (que por cierto, es muy hablador) en las noches no lo dejaba dormir y comenzaba a hacer ruidos molestos a las seis de la mañana, pero más allá de eso, le agradaba.

Repentinamente recordó el año pasado, que había sido mejor porque se sentía como un niño, en su caso, en una librería. Ahora eso era diferente, el internado le parecía aburrido, se negaba a volverse como los otros, unos cerebritos presumidos. Mientras pensaba su compañero de habitación salió del baño. Lo había visto tan pocas veces que no recordaría si era él o otra persona ajena a la habitación.

—Buenos días, Tim.

¿Cuando me presenté? pensó el oji-verde mientras dejaba su libreta a un lado y se levantaba para ir al baño.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2017 ⏰

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