Captílo 4: Belerofonte

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-Es un placer para mí también -dijo Alejandro, ilusionado por poder hablar con el gran Belerofonte-. Mi padre siempre me ha hablado muy bien de ti.

-Tu padre es un gran hombre-halagó Belerofonte.

-Era-señaló Alejandro-. Murió hace tiempo.

-Cuanto lo siento... Pero sentaos-dijo Belerofonte señalando las sillas de la mesa.

No todos pudieron sentarse pues había pocas sillas sólo Alejandro, Sacul y Cacín; el resto se quedó de pie como Barriga de Oso o Perséfone.

-Se nota que eres el hijo de Ángel, llevas la nuez que solía colgar de su cuello, se puede ver símbolo de la luna entre las cuerdas-observó Belerofonte con interés. El símbolo estaba poco tapado por las cuerdecitas que tenía la nuez alrededor.

-Sí, se rompió y la até así para arreglarla-explicó Alejandro cogiéndola brevemente.

-¿Una herencia de él?

-Sí, algo así.

-En fin... Me ha dicho tu segundo que necesitas mi ayuda-dijo Belerofonte cambiando de tema.

-Sí, necesitamos... Buscamos unas piedras, aguamarinas. Sé que le diste unas a mi padre, pero no sé lo que hizo con ellas. Ni si quiera sabía que alguna vez tuvo unas-explicó Alejandro, quiso decir más, pero Belerofonte se le adelantó.

-Lamentablemente, no tengo más piedras de ese tipo- dijo Belerofonte con su voz temple.

-Vaya... ¿Y no sabes dónde podría haber más?-preguntó Alejandro.

-No, no lo sé. Aunque creo que sé cómo encontrarlas.

-¿Cómo?-preguntó Sacul rápidamente. Alejandro le dio una disimulada patada de advertencia. Sacul entendió que había irrumpido en una conversación entre capitanes. Además, Alejandro no parecía querer dar demasiada información pues no había dicho que las piedras eran curativas.

-Hay una historia. Una historia que le conté a tu padre y que tal vez conozca tu segundo-comentó Belerofonte mirando con interés a Barriga de Oso.

-Sí, pero no me la sabía bien... ¿Era algo de un... rosetón? Ángel me dijo que descubristeis que era un cuento, una mentira-dijo Barriga de Oso cruzando los brazos sobre su gran vientre como solía hacer.

-Pues... finalmente, no lo era-repuso Belerofonte inclinando su silla hacia atrás hasta que se mantuvo apoyada en la pared con sólo dos de sus cuatro patas.

-¿Cuál es la historia del rosetón?-preguntó Alejandro con curiosidad.

-Es una leyenda que habla acerca de la existencia de una piedra de gran valor llamada rosetón, compuesta por las cuatro gemas más importantes del mundo-contó Belerofonte balanceándose en la silla levemente:- rubí, esmeralda, diamante y zafiro. Quien la encontrara sería el hombre más rico de todos los tiempos. Para llegar hasta el rosetón debes depositar un rubí, un zafiro, una esmeralda y un diamante en una especie de cerradura de roca en la que están tallados unos huecos con las formas exactas de estas piedras preciosas. Dicha cerradura abre la puerta del templo donde se guarda el rosetón. No puedes buscar otras piedras cualesquiera, deben ser las mismas que poseían los nativos de aquella isla donde está el templo. Cuando le conté esa historia a tu padre, desconocía que fuesen cuatro las necesarias para abrirlo. Conocía la historia de oídas. Sólo hallamos el zafiro. Cuando llegamos a la Isla del Rosetón, lo colocamos sobre la cerradura de roca junto a dos aguamarinas que encontramos. Pero no se abrió y... creímos que era todo mentira. Tu padre se llevó las aguamarinas y yo el zafiro. Él se fue antes del lugar, pensaba que perdíamos el tiempo, pero yo me quedé y empecé a estudiar los dibujos que había junto a la cerradura. Finalmente, descubrí lo de las cuatro piedras preciosas. Después, me dediqué a estudiar las pinturas y las inscripciones que había en los muros del templo, tardé mucho tiempo en descifrarlos, pero finalmente lo conseguí.

Pegaso y la leyenda de las aguamarinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora