La plena noche de invierno estaba totalmente fría, cercaba la medianoche y seguía en la cafetería junto a la dueña.
—Querida, es muy tarde ¿por qué no vas a casa ya? —la rechoncha señora Margareth estaba detrás de la caja, tomando un café mientras contaba el dinero.
Margareth había sido como una madre para mí, le había dado empleo y trabajo cuando estaba totalmente desamparada, sin ningún familiar que podría ayudarme.
— Margareth sabes que te ayudaré en todo mientras esté en mi alcance, incluso si sea sólo compañía — sólo rió y siguió contando el dinero, le iba bastante bien.
De hecho desde que había aparecido en su vida, su trabajo había tomado su máximo rumbo. Como un golpe de suerte
—Bien, terminé —cerró la caja registradora de un golpe y tomó un sorbo de su café— , ¿nos vamos?
—Por supuesto.
Salimos de la acojedora cafetería y cada una tomó su rumbo.
— Margareth ¿estás segura que no quieres que te acompañe a casa? es tarde.
— ¿Qué le podrían hacer a una vieja anciana? en cuanto a ti, ten cuidado. Mañana saldrás del trabajo más temprano —me guiñó un ojo y se dió media vuelta dispuesta a irse— . Adiós querida.
Las amplias calles del pequeño pueblo estaban totalemente vacías, podía escuchar cómo pasaba la electicidad por los cables, aquél silencio de alguna forma llegaba a ser ensordecedor. De cierta forma era un poco aterrador caminar sola pero los repentinos pasos pesados lograron tranquilizarme. Cada vez sus pasos eran más y más rápidos. Me giré para lograr ver qué es lo que haría. Lo único que logré encontrarme era mi corazon latiendo a mil por hora.
Cuando estaba dispuesta a seguir mi camino, más pasos se unieron, unos aún más pesados del anterior, otros mas livianos, eran incalculables, pero para mis oídos debían ser muchos. Nuevamente me giro y el foco que estaba encima mío revienta repentinamente y quedo totalmente a oscuras. Ahora sí que estoy asustada. Mis manos se empezaban a entumecer y la sangre se fue a mi cara. Y lo vi. Un hombre de casi dos metros de alto, pero no era su altura lo que llamaba mi atención, ni sus preciosos ojos azules, ni mucho menos sus cabellos dorados. Eran sus increíbles alas negras, alas de angel.
Todavía ni reaccionaba, pero de repente se acercó a mi, y un rápido escalofró recorrió mi columna vertebral, si mi corazón latía rápido antes ahora iba explotar. Modulaba unas rápidas palabras que no llegaban hasta mis oídos, estaba a menos de un metro de mí pero no lo oía. Gire lo más rápido que pude y todos los focos cercanos a mí explotaron, y estaba tan entorpecida que cuando iba a correr, todos mis músculos fallaron, y caí. Qué estúpida. Me paré tan rápido como pude, nuevamente dispuesta a correr, esta vez sin fallar.
Pero cuando me giré para verificar que no me seguía, no había nada. Absolutamente nada.
Paré en seco para retomar un aliento de lo que había sucedido. ¿Habría sido un exceso de cafeína? por supuesto que no. Desde que tengo mmoria tomo demasiado café. ¿O tal vez me estoy volviendo loca? Pero cómo es posible, aquél chico se veía tan real, pero a la vez irreal. Es mejor que vuelva a casa, pero definitívamente por otro camino.
El camino a casa fue aterrador, no es que pasó algo, pero cada paso que escuchaba, me hacía congelarme por completa, y a la vez me tanquilizaba al ver pasar la gente a mi alrededor. Que gracias a Dios había gente.
Cuando llegué a mi apartamento todo era un caos.
Mis muebles, cuadros piso, TODO tirado. Y justo en el piso, en medio de todo el desorden había una pequeña nota color carmesí.
VOLVEREMOS POR TI
