Entierro nocturno

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—Lettie, cariño, ve a la cama, ya es tarde—Habló Daniel Rheon a su sobrina mientras la niña llevaba su plato al fregadero. Observó a su hija, quien, al notar sus intenciones, le apresuró.

—Pero aún es temprano.

—Vete a dormir, Let...—La susodicha tomó una linterna y se dispuso a salir de la cocina, quejándose—. Y no ocupes toda mi cama.

—Como diga, presidente Snow—La castaña sonrió al escuchar el apodo de la menor y se volteó a ver a su padre en cuanto desapareció de su vista.

—Papá, ¿qué fue lo que pasó? ¿Dónde están mis primos?—Preocupada, sostuvo la mano de su padre entre las suyas, pero él tenía la mirada clavada en la llama de la vela. Daniel cerró los ojos y presionó su mano con fuerza, a lo que los ojos de la menor comenzaron a cristalizarse.

—Ellos llegaron cuando comenzó todo, Annie estaba herida... Una de esas cosas la había mordido, con tu primo la desinfectamos y cuidamos de ella, pero no sé qué es lo que le pasó.

—No tienes que seguir—Susurró la de ojos avellana con la voz temblorosa, pero su progenitor continuó.

—Ella atacó a Cristopher... T-tuve que dispararle dos veces porque no se detenía, pero tu primo estaba inconsolable... Cuando me di vuelta, él se disparó, sin más.

River soltó la mano de su padre y cubrió su boca, sollozando. El mayor se levantó con dificultad del asiento y la rodeó con sus brazos, sintiendo presión en su pecho. Presión que no sentía desde que su esposa lo abandonó con una niña de cuatro años y un corazón hecho añicos.

Arlett se alejó del umbral de la cocina y subió las escaleras hacia la habitación de su prima, ida. La linterna en su mano alumbraba el suelo, pero ella no se molestó en ver el camino. Por esa misma razón, tropezó con una caja y cayó al suelo. Recién en ese momento, cuando recogía su único medio de iluminación, notó que estaba llorando.

No podía creer lo que estaba pasando, no podía concebir la idea de que sus padres ya no estarían más con ella. Que ya no escucharía jamás la cantarina voz de su madre ni la grave risa de su padre. Ya no sería más regañada ni castigada. Ya no vería a las personas que le dieron la vida, criaron y amaron con vida. ¿Sus padres estaban muertos o estaba soñando? No podía reconocer cuál de las opciones era la verídica, sólo sollozaba en voz baja.

Pasaron diez minutos hasta que River la encontró tirada en el suelo, con el rostro ruborizado y húmedo. Diez minutos y doce segundos, su prima se había arrodillado a su lado y la estrechó en sus brazos. Diez minutos y quince segundos, le susurraba palabras de consuelo al oído, mientras acariciaba su cabellera. Treinta y dos minutos pasaron y por fin pudo conciliar el sueño, en una posición incómoda y con pensamientos aterradores en su mente.


Los ojos marrones de River Rheon taladraban el techo. Un sudor frío recorría su nuca y sentía palpitar su cabeza por el dolor. Sin haber pegado un ojo en dos horas, se levantó con dificultad y observó a Arlett dormir. La niña estaba profundamente dormida, al contrario que ella. Cuando la encontró llorando en el suelo, se aterró al pensar que le había dado un ataque de pánico, pero estaba extrañamente tranquila teniendo en cuenta su situación.

Bajó las escaleras en silencio y fue a la cocina a buscar alguna aspirina para el dolor. Cerró el cajón de los medicamentos con fuerza, estaba vacío, y se sentó frente a la mesa en la pasó tantos momentos de su vida. Insignificantes, importantes, felices, tristes. 

Sonrió débilmente cuando vió a su padre aparecer por el umbral de la puerta, quien le devolvió la sonrisa. Con movimientos lentos y tensos, preparó té para ambos y, cinco minutos más tarde, dejó la taza de líquido humeante delante de su rostro. River se incorporó adolorida en su silla y bebió con tranquilidad.

—Ella nos escuchó—Murmuró con la voz apagada la chica Rheon, a lo que el hombre de cabellera cana asintió.

—Lo supuse—Esperó unos segundos para continuar y dejó la taza vacía sobre la mesa, para luego levantarse—. Ven aquí, tengo algo que mostrarte.

La castaña lo siguió, confundida. Dan Rheon abrió la puerta que daba al patio y salió de la casa. Lo primero que logró vislumbrar fue una tumba y un pozo a medio cavar, junto a una bolsa del tamaño de una persona.

—Estaba terminando la tumba de tu prima está mañana...

—Yo te ayudo—Soltó con un nudo en la garganta y tomó la pala, para comenzar a cavar. Luego de unos minutos, soltó la herramienta y empezó a sacar la tierra con las manos.

—Hija...—La susodicha se volteó a verlo, y él se colocó de cuclillas en el borde de la tumba—. ¿Tienes miedo?

—No se como se supone que cuide de ella, ni siquiera podía cuidarme antes de que todo esto pase.

—Claro que puedes cuidar de ella, lo se... Y tu sabes que nunca me equivoco—Ambos sonrieron. River se sacudió las manos y se sentó junto a él.

—¿Que puedo hacer?

—Amarla... Luego, todo será mucho más sencillo.


Arlett observó a lo que quedaba de su familia enterrar a sus padres desde la ventana de la habitación de River. Mientras su tío abuelo y su prima se abrazaban en la intemperie luego del entierro nocturno, ella velaba de su familia desde esa ventana, velaba por los vivos y por los muertos.



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⏰ Última actualización: Jun 27, 2017 ⏰

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