Per aspera ad astra - "A las estrellas por el camino difícil"
Eloras
¿Los mortales son siempre así de crueles? Con el tiempo me he convencido de que esa no es más que la verdad. Creo firmemente que cualquier idea que provenga de un sitio oscuro es intrínsecamente humana, toda mal acción es cometida siempre por un hombre.
Los animales actúan por instinto, lo han hecho siempre y sin embargo sus actos generalmente nacen de un sitio de bondad, más que de ignorancia. Un lobo hembra mata por sus hijos, los envuelve con su cuerpo cuando nieva, los lleva hasta una cueva cuando llueve; cualquier acción negativa que llegue a cometer es puramente incidental, un mecanismo de defensa. Los hombres son peores que los animales; ¿Preguntas por qué? Yo he visto a una madre humana condenar a su cría, algo de lo que ni siquiera la más terrible de las bestias sería capaz.
Por siglos, los humanos han irrumpido en este bosque para deshacerse de sus problemas, corregir con ignorancia sus errores. Puedo encontrarle también el encanto. Sin embargo, aquella noche en específico no se abandonó solamente a un error, sino a una niña.
"Es tan pequeña... acaba de nacer y ha probado ya la crueldad del mundo. Qué tragedia, o quizá qué bendición.", ese fue mi único pensamiento al respecto. Creí no poseer derecho alguno de abogar por una vida humana, así que me di la vuelta, aunque no sin culpa, y caminé lejos. A la mañana siguiente, a kilómetros de distancia, la escuché llorar. Todavía no logro olvidarme de la fortaleza de esos pequeños pulmones, ni del insolente grito de guerra que emitieron en medio de tal soledad "¿Qué clase de demonio deja una niña sana a su suerte?", "¿Hay en el mundo alguien que lo sepa?" No lo creo. La verdad es que, la hubiera ignorado, estaba listo para ignorarla y lo hubiera hecho, pero no se detuvo. Pasaron dos días y ella no se detuvo, así que regresé. La encontré tirada en el suelo entre tierra y flores silvestres, inocente, y sin embargo sucia con el pecado de sus padres. "Monstruos" esta vez sí lo dije, lo sentí y la palabra recorrió con ira cada pequeño centímetro de mi cuerpo. Esa ira fue lo único que me llevó a tomarla en mis brazos.
Hasta ese momento, para mí la palabra "inhumano" no significaba absolutamente nada, el término en su forma normal, la palabra "humano" en sí, ya era suficiente, lo decía todo. Qué perfectamente estúpido fui al pensar que tal criatura que sostenía ahora firmemente contra mi cuerpo era digna de tan deshonroso título, puesto que ella era humana, sí, y sin embargo su corazón no reflejaba nada de lo que la palabra significaba para mí. Ella era tierna, quizá demasiado frágil y estaba tibia, un ángel de mejillas rechonchas y rizos delgados de cabello rojo fuego. No pude evitar preguntarme si podía existir maldad en algo tan vulnerable, aunque tan sólo fuera una insignificante semilla de crueldad humana, ¿Existía mal en esos ojos soñolientos? ¿En los diminutos granos de arroz que constituían sus uñas? No, de ninguna forma. Imposible.
Desde ese momento en adelante, le di cada pequeña gota de amor que poseía y así de fácil, así de rápido, se convirtió en mi hija.
Viví junto a ella su primera primavera, la sostuve de la mano cuando dio sus primeros pasos, y fui testigo también de su primer balbuceo; Ella se había convertido en el centro la vida misma y para cuando cumplió los cinco años de edad, se había convertido también en una criatura independiente, temeraria y un tanto imprudente. Como era de esperarse, se había fusionado con su alrededor, se había hecho una con el bosque; Corría con lobos, cazaba con osos y me temo que no volaba con las aves solamente porque no tenía alas. No había nada en este mundo que la pudiera detener, ni había lugar en la tierra que pudiera hacerla más feliz.
Entonces un día, el campesino sólo regresó; osó poner pie sobre mis tierras una vez más. Olí sus intenciones y también la culpa con la que cargaba, vi sus ojos posándose sobre su cuerpo y reconociéndolo como creación suya "¡Insolente, bastardo, condenado y maldito...!". Lo veía, pero realmente no lo hacía, ella estaba cerca del traidor, pero no de mí. No tenía idea de su paradero, pero corrí, me hice viento y seguí corriendo lo más rápido que pude hasta que finalmente la hallé. Abrí mis brazos, le imploré su tacto, pero no respondió. Se me quedó mirando profundamente confundida, casi perturbada, me analizó de arriba a abajo con el ceño fruncido sin poder descifrar qué es lo que me había alarmado de tal forma. La observé de vuelta, clavándole los ojos encima y no necesité más de un segundo para reconocer que, sin duda alguna, ella era la criatura más hermosa que había visto jamás. Qué graciosa me pareció entonces la idea de que alguien amenazara con arrebatármela ¿Es que no podían verla? ¿Con su melena rojo fuego, su ojo café y su ojo azul, sus labios rojo granada y su piel blanca como la nieve? ¿Es que no era obvio el hecho de que ya no le pertenecía a nadie más que al bosque, a nadie más que a mí?
— Leonor— rogó el pérfido, dejándose caer de rodillas frente a su cuerpo desnudo e infantil — Tu nombre, hija mía.
¿Su nombre? ¿Él le había dado un nombre? ¿Con qué derecho? No me moví, ni siquiera respiré, seguí observando al estúpido mortal y después la miré a ella. Negué con la cabeza para darle una señal "No lo mires, no lo escuches, sólo corre". Dije aquello sin decirlo realmente; ella no hablaba, ni yo tampoco porque nunca habíamos encontrado la necesidad de ese tipo de comunicación. Sin embargo, ella entendía mejor que nadie y entendió mi mensaje a la perfección. Pese a ello, siguió sin moverse, no obedeció.
— Por favor... acércate— pidió el campesino, extendiendo su sucia mano, implorando siquiera por el más pequeño de los roces. ¿Y qué pasaría entonces? La arruinaría, la enfermedad y el hambre la tocarían, tendría frío, se condenaría. Él la condenaría y si yo dejaba que la tocara estaría condenándola también. No podía soportar tal idea. No lo soporté.
— ¡Basta!— rugí. El cielo se tornó gris con ese mismo latido, el viento golpeó nuestros rostros. Ella sintió miedo.
El campesino se levantó de inmediato, aterrorizado con la idea de descubrir el origen de tan estruendoso sonido y cuestionándose si debería huir para esta vez no volver jamás. No lo hizo, no lo hizo, pero sé que debió hacerlo.
— Leonor, te llevaré a casa— continuó al borde del llanto. — Seremos tú y yo, tu madre y tus hermanos.
El cielo se mantuvo del mismo color, la luz del mundo parecía haberse extinguido por completo.
Ella comenzó a llorar, ignorante de lo que se le pedía.
— ¡Aléjate!— ordené, lanzándome sobre el maldito mortal, tirándolo al suelo. — ¿Crees que puedes venir y alejarla de nosotros? ¿Tú que la abandonaste, que la diste por muerta, que la matarías de hambre? — siseé. —No la mereces, es nuestra ¡Es nuestra, es nuestra, es nuestra!
Algo se había adueñado de mi corazón, una ira incalculable que me consumió de a poco hasta casi hacerme perder la cordura. En mi arrebato de pasión, de amor infinito por ella, decidí que tenía que terminar con la vida de ese hombre y así quise que fuera, hasta que convertido en bestia y listo para arrancarle la garganta a mordidas, ella me detuvo. Recuerdo que el tiempo se detuvo también, en el momento exacto en el que esa niña mía me puso las manos encima, acariciando mi rostro con una dulzura de la que sólo ella era capaz.
"Si es cierto lo que dice, si soy hija suya... déjame ir con él. Quiero ir con él"
Sé que lo dijo y sin embargo no lo escuché salir de sus labios, lo vi en sus ojos y lo sentí en sus caricias. Nada más.
— Pero tú ya no eres lo que estabas destinada a ser— la corregí, loco de tristeza.
"Lo que soy, seré siempre"
— ¿Y si lo olvidas?
Me sonrió.
"Ayúdame a recordar"
Si hubiera sabido lo que sus palabras significaban, hubiera evitado lo acontecido aunque hubiera tenido que morir peleando, pero no lo sabía, ni lo supe hasta mucho después.
Rendido entonces, hice lo que se me pedía y liberé al hombre de mi agarre, dejándolo levantarse. Muerto de miedo y sin embargo dispuesto a enfrentarme todavía, volvió a ofrecerle a su hija la mano; ella accedió. En el momento mismo en que mi niña aceptó la oferta, se firmó el trato. De sus ojos viejos de sabiduría, se esfumó todo rastro de conocimiento; de su mente, se borró todo recuerdo de lo que había vivido a mi lado, y cuando finalmente caminaron de la mano hasta alejarse, no fui sólo yo, sino el bosque entero, quien emitió el horrible gemido que terminó por desvanecerse no hasta que ella desapareció por completo.
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La Hija del Bosque
Fantasy"Los hombres son peores que los animales; ¿Preguntas por qué? Yo he visto a una madre humana condenar a su cría, algo de lo que ni siquiera la más terrible de las bestias sería capaz." #1 en Fantasía Todos los derechos reservados Advertencia: La...