-¡Levántate ya!-gritaba Elisa, la madre de Maggie- ¡Vas a llegar tarde al instituto!
Maggie se levantó, se puso las gafas y salió a prepararse para su primer día de instituto. Se sentía confusa, aunque esa sensación ya la había vivido, ya había comenzado otras veces, y el resultado no había sido agradable. Al cabo de los años Maggie ya se había dado cuenta de que no tenía don de gentes; a falta de alguien con quien compartir aventuras, se refugiaba en sus libros y en sí misma, así que llegó a conocerse lo suficientemente bien como para tener miedo de aquel día. Podría ser el mejor día de su vida si empezaba con buen pie, y todo sería como había leído en sus libros, en los que la protagonista no tiene amigos, y al final encuentra su lugar y consigue hacer amistades y vivir aventuras. ¿A que chica como ella no le encantaría encontrar su lugar donde poder disfrutar? Desde luego Maggie lo deseaba con ansia y allí hallaba el origen de su angustia, sabía que los libros y las historias que leía no eran reales y aunque lo fuesen no llegarían a pasarle a ella. Sin embargo en el fondo de su corazón seguía albergando la esperanza de un cambio. Pero el miedo resultaba más fuerte y solo podía intentar evitar que llegase el momento de actuar. Así que dejó de demorarse en la cama y se dirigió a la cocina. En su trayecto se interpusieron varios montones de cajas de mudanza.
-Mamá, ¿no sería mejor recoger todas las cosas antes de empezar el instituto?
-No Maggie, no te vas a librar. Ya recogeré yo las cosas, tú vas al instituto aunque te tenga que llevar de las orejas.
-Pero no conozco a nadie, y estarán todos con sus amigos y… ellos ya han empezado y estaré marginada.
-No seas tan pesimista, seguro que haces amigos en seguida- dijo su madre y le dio un beso en la frente. Ella suspiró y acabó su desayuno.
Maggie se quedó pensando de nuevo en todo, empezaba a estresarte conforme se sucedían los segundos y se acercaba el momento de subir al autobús y dirigirse a su nuevo destino. Así que cogió toda la fuerza que pudo sacar de su interior y decidió que lucharía porque todo cambiase.
-¡Corre ya está aquí el autobús!
Cogió su mochila decidida y fue corriendo al autobús. Ya había comenzado el juego, sólo esperaba impaciente por saber cómo irían avanzando los acontecimientos. Se sentó sola y observó por su ventana cómo frenaba el autobús en cada parada. Llevaba sus zapatillas de la suerte, unas de edición limitada con la bandera de Italia muy difíciles de conseguir, había gran variedad de países pero Italia despertaba algo en el corazón de Maggie que ni Alemania, ni Francia, ni Holanda hacían. De pronto subió una chica alegre y animada, con aspecto espontáneo y un estilo que se podía describir como explosivo. Entró y pasó a su lado, de repente se paró y miró sorprendida a Maggie:
-¡Ay dios...! ¿Soy yo o son la edición limitada con la bandera de Italia?- preguntó la chica eufórica. Maggie se sobresaltó y se giró hacia ella- son per-fectas- acabó de decir y rió.
-Emm… si la verdad es que lo son- contestó contrariada. La chica sonrió y se sentó con Maggie.
-¿Eres nueva? No te había visto por aquí antes...Yo soy Gema, ¿Cómo te llamas tú?-preguntó interesada, atendiendo pacientemente. Sus ojos brillaban y parecía que no había ignorado a Maggie, cosa que le aportó cierta tranquilidad y confianza para seguir hablando con ella.