En la mitología griega, era una hija de Tántalo y esposa de Anfión, rey de Tebas. El nombre de su madre varía dependiendo de los autores, pudiendo ser Táigete, Díone, Eurianasa, Euritemista, Clitia o Laódice.
Con Anfión tuvo gran número de hijos, que varían según los autores, y de los que estaban orgullosos sobremanera. Níobe se vanagloriaba de su prole, mofándose de Leto porque ésta sólo había tenido dos hijos (Apolo y Artemisa). Estas burlas llegaron hasta tal punto que se opuso a que se le tributaran honores a Leto, diciendo que ella era más digna de que se le levantasen altares. En venganza, Apolo mató a todos sus hijos varones y Artemisa hizo lo propio con las mujeres, a excepción de Amiclas (que había ofrecido una plegaría propiciatoria a Leto) y de Melibea, que al presenciar la muerte de sus hermanos adquirió tal palidez que fue llamado Cloris a partir de entonces.
Cuando la desafortunada madre acudió junto a los cadáveres de sus hijos sintió tan dolor que, deshecha en un mar de lágrimas, quedó inmóvil y terminó convertiéndose en piedra, como había suplicado a Zeus. Un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo en Lidia, donde se podía ver cómo las ĺágrimas brotaban de una placa de mármol con forma de mujer. Otra versión afirma que huyó voluntariamente hasta Lidia, y que sus lágrimas formaron el río Aqueloo.
Anfión quiso vengar la muerte de sus hijos y acudió al santuario de Apolo en Delfos para matar a sus sacerdotes, pero el dios le dio muerte, y además Anfión fue castigado en el Tártaro por esta acción.
Partenio relata otra versión según la cual Níobe era hija de Asaón y mujer de Filoto. En venganza por burlarse de Leto, Apolo y Artemisa hicieron que Filoto fuera hecho pedazos en una cacería y que Asaón se enamorara de su propia hija. Rechazando ésta sus pretensiones, Asaón prendió fuego a los hijos de Níobe y a sí mismo, y Níobe se suicidó arrojándose por un precipicio.
Los cuerpos de los infortunados hijos de Níobe permanecieron en la intemperie durante nueve días, pues Zeus se había puesto de parte de Leto y había convertido a los habitantes de Tebas en rocas. Al décimo día los mismos dioses les dieron sepultura, cumpliendo así la norma religiosa.
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Mitologia Griega
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