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Ya ni quería comer.
Una especie de culpa que se acumulaba en mi no me dejaba.
Comencé a hacer ejercicio sin importar cuán adolorida estuviese.
Dejaba de comer.
Eso duró una semana y media.
Supe detenerme ese día cuando llegaron visitas a casa y era la hora de cenar, mamá me obligó a que comiera y en cuánto termine me encerré en el baño y comencé a meter mis dos dedos largos en mi garganta.
No era suficiente.
Pensé en meter mi mano.
Entonces sólo salía como una especie de moco.
Mis ojos estaban llorosos.
Ya no quería hacerme daño.
- No me hagas esto, no me hagas esto, por favor-. Decía susurrando una y otra vez mientras mis lágrimas caían.
Me sentí mareada entonces me acosté con ese dolor de culpa que aún sentía.
Y aunque trataba de controlarme con esa clase de pensamientos a veces mi tía psicóloga decía que tal vez estaba comenzando a ser anoréxica, lo decía susurrando pero ni crea que yo no la escuché.
Sus palabras hieren, yo no quiero sentirme así, lo detesto.
Lloraré hasta que las estrellas cumplan mi deseo.
Tal vez sólo las estrellas no alcanzan.
Necesito cariño propio.
¿Como hago para volver a quererme?
Necesito desahogarme, contarle a alguien la verdad, lo necesito.

EstúpidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora