Sobre aventuras y un taxi

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Disclaimer:

El universo y personajes de Shokugeki No Soma no me pertenecen, son obra de Yuto Tsukuda y Saeki Shun.

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Sobre viajes y cambios [2/2]

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Hey, Soma-kun, me gustaría decir que sigues siendo el mismo que aquel día en la ceremonia de apertura, conocí...

Pero eso es algo que medio mundo negaría. Que el imprudente, optimista y orgulloso Yukihira Soma extrañamente y a su manera había madurado. Porque el Primer Asiento no se le otorgaba a cualquiera que solo tuviera competición inscrito en la frente —de ello podrían preguntarle a Mimasaka—, sino que debía afinar sus metas, establecer sus objetivos y cargarlos de aquel entusiasmo que siempre le caracterizó para poder conquistar el tan afamado lugar. Obviando los baches en el camino, sorteando obstáculos y aceptando derrotas, aferrándose con toda su voluntad.

Que sigues siendo el mismo bocazas de aquella vez...

Ya rezaba el dicho que por su boca muere el pez. Pero esa especie pelirroja, testaruda, incongruente e imprevisible era una buena excepción que no siempre el que presume solo fanfarronea. Porque con su potencial y habilidades demostró ser uno de los más prometedores chefs de la historia de Tootsuki, y que no conforme con ello se atrevió a desafiar a los altos mandos de aquella ridícula organización cortesía del padre de Erina

Y que sigues siendo el mismo despreocupado al que solo le interesa ganarle a su padre

Sin embargo, eso era algo que Megumi no se lo tragaba ni soñando. Su ex-compañero poco a poco fue descubriendo que la competitividad con su progenitor no sería más que el impulso necesario que le abriera paso a querer descubrir por sí mismo todo el mundo nuevo que aguardaba por él. Tomar el incentivo que ofrecía la academia a los Asientos cada año como felicitación al graduarse, y salir directo al primer avión que se le pusiera enfrente para vivir la experiencia nómada-culinaria que traían en la sangre, fue cosa de la que nadie se sorprendió.

Pero has cambiado, lentamente maduraste, tan fuerte, tan orgulloso como los frutos del huerto de mamá...

Claro que Soma podía haber hecho aquellas locuras que tenía pensadas por su cuenta, como aceptar la oferta de los Aldini y trabajar un lapso de tiempo en su Trattoria para comenzar a agarrar aires de trotamundos. Pero algo había cambiado aquella tarde en que las hojas de afuera caían lentamente presagiando los últimos días de su estancia.

Y eso hace que me pregunte por las noches, ¿porqué yo?

Ella suponía que usaría el dinero ganado con el sudor de su frente para invertirlo en el negocio familiar de su madre, pero entonces se encontró con el ceño fruncido del temible director advirtiendo que no le daría un centavo a cualquiera que pretendiera graduarse para irse a estancar a su lugar de origen.

Soma-kun, me gustaría que un día me dijeras de donde vino esa loca idea...

Ese impulso prácticamente salido de la nada que tuvo su compañero al verla con los ojos llorosos fuera de la oficina del Director, ese mismo impulso que le hizo tomarle de las manos, sonreírle tan radiante como la vez que se conocieron, y afirmarle convencido que todo estaría bien, que dejara que él se encargara de ayudarle.

Megumi suspiró recordando la locura que fue su vida los años siguientes. Como a su familia casi los mata de un infarto cuando les contó que se iba a Italia a trabajar con unos compañeros. Como llenó con sus sonrisas y gentilezas las mesas y los bolsillos de los Aldini, a expensas de un refunfuñante Yukihira. De como les despidieron a su pesar cuando a los meses les llegó un par de irresistibles vacantes de parte de Shinomiya para su nueva sucursal en París. Y que luego un día, nunca conforme con su aprendizaje, simplemente le soltó que quería aprender más del mar y al siguiente ya estaban negociando con Kurokiba el trabajar con ellos en la mismísima Dinamarca. Ni qué decir cuando Nikumi, indignada al saberse las vueltas de Soma, casi los obliga a pasar un tiempo al otro lado del planeta sabiendo que ella iría.

Gente nueva, idiomas impronunciables, apuros para pagar las cuentas, una que otra perdida ocasional en las calles. La vida nómada era extenuante y a la vez maravillosa, pero con Soma a la par fue una verdadera aventura.

Que tarde o temprano debía acabarse.

—Tierra llamando a Megumi, ¿me escuchas, Megumi?

La joven adulta de cabello azulado sonrió levemente con el último recuerdo de aquella conversación hace tantos años, cuando el distraído en un avión de ida había sido otro. Era irónico que ella lo estuviera al regresar.

—Fuerte y claro, Soma-kun.

Yukihira frunció el ceño. Nunca entendió esa manía suya de ver el interminable horizonte por la ventana de los aviones, barcos, coches —y ahora taxi—, en los que viajaban. Rápidamente pagó a conductor luego de bajar el nada pequeño equipaje.

—Oiga, ¿Son de por aquí? Me parece haber visto su cara antes —comentó el taxista antes de emprender marcha con una alegre sonrisa del pelirrojo y un "algo así" como respuesta de ella.

—Ha cambiado —comentó él cuando emprendieron la marcha al no muy lejano destino. Aquella calle, aquellas casas, aquellos niños que ya no eran niños y aquellas pequeñas y grandes diferencias que seguían manteniendo una especie de armonía con el lugar de su infancia.

—Esta vez no habrá que preocuparse por la renta —dijo con ánimo y su siempre buen carácter, queriendo quitar la melancolía de los ojos de su compañero.

Él sonrió. Y lo hizo aún más al estar frente a aquella vieja estancia.

—Pero lo que no gastamos en renta, lo haremos en reparaciones —observó con algo de pena—. Lo siento Megumi-chan. Como te dije, no es necesario que me ayudes en esto, y entendería que quieras ir con tu gente. No tienes que ayudarme con nad...

Pero calló. Un brillo de molestia y fastidio poco visto en su cara lo calló. Después de todo ya lo habían discutido varias veces.

—¿Cómo puedes, después de tanto tiempo, pretender que te deje hacer esto solo? —¿Cómo puedes apartarme de tu lado ahora?—. Además, anoche al arribar llamé a mi madre. Y dijo que en vista de todo este tiempo fuera de casa, que me quede un par de meses echándote una mano a reabrir el negocio no haría nada, que no hay prisa siempre y cuando esté bien.

Y Yukihira sonrió. Aliviado de aquel pesar por robarle tiempo a Tadokoro de estar con los suyos.

—De acuerdo, tú ganas —cedió complacido—. Solo si prometes que al regresar a casa vendrás de visita de vez en cuando —le guiñó un ojo, consiguiendo que de momento Megumi asintiera animadamente. 

Tal vez algún otro día Soma le haría caso a la más reciente y loca de sus ideas. Tal vez le diría por fin que la comida siempre sabrá mejor si la prepara con ella.

Y solo es la primer razón en su lista de porqué obligarla a no irse.

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Admito que a pesar de tener una buena parte hecha cuando subí el primero, me quedé estancada en la parte de los recuerdo de Megumi, no sé, habían tantas cosas que quería meter y no hallaba como, así que pido disculpas tanto por el retraso como por si esa parte parece muy densa.

Superando eso, el final salió increíblemente fluído ._. nunca me había pasado, pero escribir de este par ya mayores salió tan natural que temo haberme salido de las personalidades, ya saben, OoC

Espero que halla sido de su agrado, estimado lector, y mil gracias a quienes comentaron y apoyaron el anterior :'D

Tal vez no pronto, pero quizá luego vuelva a darme una escapada por éste fandom~

Dudas, comentarios, y demás, a un click de distancia :D

—Madrú fuera

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