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A la mañana siguiente, los signos desayunaban en la mesa de Ravenclaw. Hoy había partido de Quidditch, Gryffindor contra Hufflepuff.

—¿Cómo te preparas para el partido de hoy?—Preguntó Capricornio a Sagitario.

—No tengo muchas ganas de jugar.—Admitió la castaña.—Con todo lo que está pasando...

—Nada de eso.—La interrumpió Acuario.—Si no juegas, perderemos.

—Vamos, Slytherin ganará la copa. No se hagan ilusiones.—Dijo Aries señalándolos con el tenedor. Quiso pinchar una tostada, pero el tenedor se le desvió y pinchó a Tauro en la mano.

—¡Estúpida, eso duele!—Exclamó Tauro sacándose el tenedor un incrustado mientras la rubia reía.

—¿Y Géminis?—Preguntó Virgo, ya que no la veía.

—Encerrada en su habitación. —Respondió Piscis.—Se siente muy mal por casi matar a Acuario y eso.

—Así es como debe sentirse.—Dijo Virgo cruzándose de brazos. 

—Yo no le tengo rencor, estaba hechizada.—Dijo Acuario mirándola extrañado.

—¡Casi te mata! ¡Y nos hubiera matado a nosotros si no fuera por Tauro!—Exclamó Virgo mirándolo seria.

—Ya, paren.—Dijo Leo, poniéndose de pie.—Debemos ir al partido.

Los demás asintieron, y se pusieron de pie. Cuando iban saliendo, una voz hizo que se palarizaran.

Matar... Esta vez, matar...

—¡Otra vez esa voz!—Exclamó Escorpio, mirando a su alrededor.

—Esperen un minuto.—Dijo Virgo de repente.—Tal vez... No se si... Necesito ir a la biblioteca.—Y sin decir más, salió corriendo. 

—Iré con ella.—Dijo Leo, y corrió detrás de la pelinegra.

***

—¿Qué se le habrá ocurrido a Virgo?—Preguntó Piscis cuando bajaban hacia el estadio.

—Ni idea.—Respondió Tauro encogiéndose de hombros.—Ya sabes como es Virgo. Tiene una duda, a la biblioteca.

Piscis notó las manos entrelazadas de Tauro y Capricornio, pero no dijo nada.

***

—Leo.—Llamó Virgo, mirando un libro impresionada.—Mira esto.

Extendió el libro hacia el rubio, que enseguida lo tomó.

—El basilisco.—Leyó sorprendido.—Tenemos que decirle a los demás.

—Ahora mismo. —Dijo Virgo, y arrancó la página del libro.

—Arrancaste una pagina de un libro. De la biblioteca.—Exclamó Leo sorprendido.—Nunca creí verte hacer eso.

—Tiempos desesperados.—Dijo Virgo, y salieron corriendo por el pasillo.

Estaban a punto de doblar por una esquina, cuando oyeron un silbido de serpiente, y escucharon algo arrastrarse por el piso.

—Rayos. El basilisco.—Susurró Virgo asustada. Tomó su bolígrafo y escribió "cañerías" a toda velocidad.—Leo, ¿Tienes un espejo?

—¿Para que quieres un espejo?

—¿Lo tienes o no?

Leo buscó en sus bolsillos y finalmente sacó un pequeño espejo de mano.

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