Manolín y los Guzanitos

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(ANTES DE NADA, ME GUSTARÍA ACLARAR Y ADVERTIR DE QUE ESTA HISTORIA ES UNA SIMPLE Y ABSURDA IRONIZACIÓN DE LA SOCIEDAD MODERNA, NO ES UN ATAQUE A NINGÚN COLECTIVO SIMPLEMENTE ES HUMOR NEGRO ENFATIZADO DESDE UN PUNTO DE VISTA ABSURDO Y SIN MALAS INTENCIONES. OBVIAMENTE, NO TODOS LOS ÁRABES SON YIHADISTAS, NI TODOS LOS CURAS SON PEDERASTAS, NI TODAS LAS FEMINISTAS SON HEMBRISTAS CON PELO DEL SOBACO TEÑIDO DE ROJO NI CLARAMENTE TODOS LOS AUTISTAS SON TAN TONTOS COMO MANOLÍN. SÉ QUE A MUCHA GENTE LE PUEDE AFECTAR O HERIR DE CIERTA FORMA ESTA LECTURA POR LO QUE LE ACONSEJO QUE CUANDO ENCUENTRE ALGO QUE LE AFECTE OPTE O POR DEJAR DE LEER O POR SEGUIR SABIENDO QUE LA OBRA NO VA NI MUCHO MENOS A HACER DAÑO. ASÍ QUE DICHO ESTO, ADELANTE)

Manolín era un niño un poco autisto, creía que los niños nacían a partir de las semillas del gran roble austral-mexicano, que las nubes eran la representación artística de sus sueños mediante las cuáles podían ejercer presión sobre el campo de girasoles de su padre o que los cinturonazos que le metía su padrastro eran fruto de la congelación del río Ebro.

Cierto día, jugando al básquet con amigos unos colegas del barrio le metieron en un lío, y eso que su madre le decía una y otra vez:

-Con tu tío y con tu tía irás a Bel-Air- exclamaba enfadada la vieja madre de Manolín.

Entonces Manolín llamó a un taxi que se le acercó y su molona matrícula le fascinó, Manolín quería conocer al tipo de parientes que le esperaba en Bel-Air con aire sonriente. Pero entonces Manolín se acordó de que en su bolsillo derecho de su pantalón negro Domyos no llevaba más que una factura del Día de una fabada asturiana, un chicle a medio mascar de fresa y que pese a su pútrida apariencia deseaba terminar y un clip. Al ver tal panorama, el taxista le obligó a bajar a mitad de camino de la autopista de Castilla-León 605 entre Blasconuño de Matacabras y Cantalapiedra, dos puebluchos a los que Dios quiso tocar la moral al ponerlos en mitad de la nada. 

Como mencionaba anteriormente, Manolín era un niño un poco autisto y por consecuente, se quedó mirando la línea continua que separaba los sentidos de la carretera mientras los conductores de camiones meloneros intentaban evadir la posible cárcel al atropellar a Manolín.

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