El y ella sabían que la luna no es de queso, que a lo mejor ella (Solmary) era perfecta y el tampoco, pero prefería que lo descubriera de sus labios cuán cobarde podía ser, no quería ser de esas chicas que llenan de argumentos para tapar las imperfecciones desde el principio.
Ella sólo era una soñadora y el un chico realista; tomar una parte de ambos y firmar un mundo que fuera sólo de ellos no era tan mala idea, no hay mejor camino que el que dos personas enamoradas deciden recorrer de la mano.
A ella le gustaba escribir pero no lo hacía como poeta, sino como una chica enamorada que sin querer fue sorprendida por un chico que tenía miedo a enamorarse; la pequeña soñadora tenía claro que no era la mejor persona, quizás estaba anhelando demasiado.
Solmary sabía algo que hoy en día a las chicas les costaba hacer, el querer a alguien sin esperar nada a cambio.