Historias De Brujas

-VARINNA-

Soy Varinna y esta es mi historia: nadie me entiende, me odian, me critican y no me dejan de mirar. No tengo curvas y estoy llena de complejos; tengo estrías, los dientes torcidas y un físico asqueroso. Cuando me siento mal mi cuerpo se llena de sangre y cortes, los dientes me crecen y me transformo, al día siguiente ya no recuerdo nada.

-Mamá! Es navidad. ¿Te acuerdas?

-Si cariño, pero recuerda que tus padres no tenemos dinero, y si no hay dinero... No hay regalos.

-Jolines mamá, todos los años estamos igual.

La mamá de Helena la ignoró y entró en casa. Vació los regalos de su coche y los escondió en el armario de su habitación. Cerró con llave y marchó.

-Cariño me voy, luego vengo.

-Adiós mamá.  

Helena soltó una lágrima y entró en su casa. Una extraña sensación invadió todo su cuerpo, parecía que había alguien arriba así que decidió subir las escaleras y preguntarlo.

-¿Hay alguien aquí?

-No- Respondió una misteriosa voz.

-Entonces... ¿Con quién hablo?

-Hola Helena, soy Varinna.

-¿Quién eres? ¡No te me acerques!

El grito de Helena hizo romper uno de los cristales de su casa.

-Más vale que no grites pequeña, puede que con un mínimo grito todo acabe. Ven, abre el armario de tu habitación y encuéntrame; puede que esté allí escondida.

Helena se dirigió a su habitación e intentó abrir el armario.

-Está cerrado. ¿Cómo lo abro?

-¿Ves el orificio que hay en la cerradura? Pues, mete tu legua por ahí. Eso si, no grites cuándo lo abras.

Helena metió su lengua en la cerradura, la giró para intentar abrir la puerta y se cortó la lengua con un enorme hierro.

-¡Ahhhhhh!

-Te dije que no gritaras pequeña.

Finalmente, Helena murió del intenso dolor.

Horas después sus padres llegaron a casa, saludaron y nadie contestó, subieron las escaleras y en medio de la habitación encontraron el cuerpo de la pequeña. En sus bolsillos encontraron una nota negra en la que se podía leer un mensaje.

ESTO ES EL PRINCIPIO DE UN GRAN INFIERNO.

Varinna.

-Su propia hermana... - Suspiró su madre.

Se apagaron las luces y en pocos instantes ya había desaparecido todo. Nada de todo aquello fue un sueño.