Relato

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Aquí estoy, en plenas vacaciones... tendida en la reposera de uno de los cruceros más hermosos del mundo, sola como un perro. Mi hijo pasará la Navidad con su papá, así que yo decidí tomar un avión a las Bahamas y pasar esa fecha en soledad, era la primera vez que invertíamos los papeles, ya que siempre solía ser al revés.

¿Quién me había convencido de viajar?

La respuesta era: todas, cada una con su "acento especial" de algún lado del planeta tierra.

La tierna Jull me dijo: ¡Yo fui a un crucero hace poco con mi familia y fue fabuloso, te va a encantar Grace!

A Roni solo pude dejarle un mensaje offline, ya que cuando ella está despierta y conectada, yo estoy durmiendo. Recibí su zumbido característico estando en brazos de Morfeo, a las dos y pico de la madrugada con un: "¡A divertirte, nena!" Recién lo vi al día siguiente, por supuesto.

La dulce Kasandra, que más que mi hija adoptiva parece mi madre, me dijo: ¿Y qué esperas que ya no estás en el avión? ¡Aprovecha la vida, Grace! ¡Vete, no quiero verte conectada toda esa semana!

Bea, tan directa como siempre, me aconsejó: Dejá el consolador por una semana, necesitás lanzar una cana al aire. Ya hiciste un crucero con tus libros, si sabés usar tus armas podrás incendiarte ¡Llevá todo el arsenal pirotécnico que conozcas!

Y ya se pueden imaginar a qué se refería, ejem... tuve que pagar por exceso de equipaje.

La tenaz Marisa y la siempre amorosa Solange no me permitieron siquiera opinar, una por Skype y la otra en el chat de Facebook simplemente me ordenaron: "Deja la laptop y ve a pasarla bien".

La sábana que me envió mi querida Mariela por correo no puedo ni resumirla, además de larga, se supone que este cuento es apto para menores... ¿o no? Espero poder utilizar tus sabios consejos, amiga... al fin y al cabo para eso vine.

¿Para eso vine? ¿Desde cuándo decidí semejante locura?

Tenía cosas más interesantes que hacer que estar tendida al sol y pensar en levantar un hombre.

Sí, seguro... escribir, leer, escribir, dormir, escribir, trabajar un poco. Mi adorado Facebook y mi odiado Twitter, un pequeño mundo cibernético que estaba consumiendo mis pocas neuronas y el escaso tiempo libre de mi vida real. Pero me encantaba estar metida en eso ¿para qué iba a negarlo? Las satisfacciones que recibía eran muy superiores a los problemas, que siempre los había... y las chicas eran maravillosas, todas y cada una de ellas.

Ya extrañaba ese mundo de libros y amigas virtuales, pero el consenso general había sido unánime: "Prohibido llevar la laptop"... en síntesis, a escasas horas de subir a bordo, ya sentía que me faltaba una mano... o su extensión: el bendito mouse, que me estaba creando serios problemas de síndrome del túnel carpiano.

Suspiré y miré a mi alrededor con el ceño fruncido.

Lustrosos y jóvenes cuerpos se paseaban al sol con apenas unas escasas tiritas que las cubrían. Me observé a mí misma en el reflejo de la pared vidriada del bar y vi... bueno, lo de siempre, aunque con una malla enteriza especialmente para mí, que sostenía muy bien lo que debía ser sostenido y cubría estratégicamente los defectos que debían quedar tapados.

Ya no era una jovencita, no podía pretender lucir como esas ninfas de apenas dos décadas que podían ser mis hijas. La gravedad ya había afectado algunas zonas de mi cuerpo... y tengo que admitirlo: hay mucha carne por todas partes.

Tomé el libro que tenía al costado... ¡de papel! ¿Pueden creerlo? No recordaba haber leído un libro físico desde hacía años, ni siquiera tengo reminiscencia de cuándo fue la última vez que había elegido el título de un libro que quería leer, las chicas me imponían la lectura, para después tener a quién escrachar en Goodreads, claro.

Nochebuena de EnsueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora