Capítulo Veinticinco

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SOFÍA:

Me encontraba viendo mi reflejo en el espejo del baño, mis ojos estaban rojos y las ojeras eran terriblemente visibles. Nico estaba durmiendo en mi cama y yo por más que intentaba dormir me era imposible hacerlo; en mi mente sólo pensaba en David y que hubiese sido de él si quizás yo hubiese podido convencerlo de no meterse en ese tipo de cosas.

Pero el hubiera no existe y sólo era cuestión de esperar.

Apagué el foco del baño y volví a caminar hacía la cama, Nico envolvió sus manos en mi cintura y soltó un pequeño quejido.

Cuando cerré mis ojos en cuestión de segundos volví a abrirlos. Alguien había abierto la puerta y yo me había puesto de pie.
Nico me miró y salió de la cama para ponerse los pantalones, él ni siquiera tuvo tiempo de abrocharlos porque al escuchar otro ruido cogió el bate de béisbol y salió de la habitación.

Fui detrás de él, Megan también se había percatado de aquellos ruidos pues había salido de su habitación, puse mi dedo en mis labios indicando silencio y la pelirroja asintió sin decir nada más.

Comenzamos a bajar silenciosamente, nuestros ojos se iluminaron al ver a David en casa.

Mamá y papá habían bajado a causa del ruido que habíamos hecho. Aquel grito de sorpresa por parte de Megan fue algo fuerte.

Nico ayudó a David a sentarse en el sofá. Mi hermano estaba casi destruido que no tenía idea de lo mucho que podría dolerle su cuerpo. Todos estábamos emocionados, incluyendo a mi padre.

Megan y mi madre no tardaron en llorar por saber que Dav estaba aquí; sus lágrimas resbalan por toda su cara e incluso pude notar como ambas temblaban.

Mi padre por otro lado tenía sus ojos rojos, con un nudo en la garganta que tarde o temprano dejaría soltar acompañado de un llanto.

—Estoy bien —David nos miro a cada uno de los presentes en la habitación. Nosotros lo volvimos a mirar —. Estoy bien, ya nada va a pasar...lo prometo.

Megan lo abrazó y beso sus labios. La pelirroja aún estaba sorprendida por ver a David en casa.

Papá y Nico lo llevaron a su habitación.

Por fin todos nosotros al menos dormiriamos mejor, pues al saber que David ya no corre peligro nos ha quitado un gran peso de encima.

Mi madre junto con Megan se habían despertado temprano para cocinar algo delicioso para David.
Al saber que ellas ya casi terminaban me senté en la mesa. Sin embargo mi madre ordenó que fuese con Dav y avisarle que su desayuno estaba listo.

Toque la puerta dos veces y entre a su habitación. Él aún se encontraba en la cama.

—Buenos días... —dije. Él abrió sus ojos por unos segundos y después los volvió a cerrar—. ¿Ya te sientes mejor?

Asintió.

—La verdad es que nunca pensé que volvería a dormir en está cama y mucho menos verlos a ustedes...fuí un idiota.

—Eres un idiota Dav—sonreí causando que soltara un suspiro y se girará hacía el otro lado  —. Sólo estoy bromeando idiota. Te amo y me alegra que hayas vuelto.

—¡Que dulzura de tu parte! Pude haber muerto ¿Sabes?

—¿Y por qué no lo hiciste? ¿Qué fue lo que pasó? —me miro a los ojos y negó con la cabeza.

David salió de la cama y se dirigió al baño. Yo me había quedado parada observandolo y esperando a que dijiera algo.

Salió con el cepillo de dientes en la boca y volvió a mirarme, está vez sonriendo.

Losing you » Jos Canela [e.i.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora