Pregunta

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 Creo que llegué muy tarde. Perdóname, mi amor, te extraño. 

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Me tomé otra pastilla, sobrepasando con esta mi dosis normal. Me había prometido ya no volver a utilizarlas, pero esa noche estaba seguro que las iba a necesitar si deseaba dormir con tranquilidad. De hecho, no era la primera vez, hace más de dos años que las tenía conmigo y aunque Yakov creía que me había vuelto dependiente a ellas, eran sólo para cerrar los ojos y encerrarme en mi mundo, para mentirme, para creer que aún lo tenía junto a mí. Total, su opinión dejó de importar hace mucho.

Yurio y los demás seguramente estarían ya descansando. Para mañana estaba preparada una lista de actividades que tendríamos que hacer; viajaríamos a una ciudad cercana para una entrevista e iríamos a una práctica con unos nuevos alumnos de patinaje. Sea cual fuera el caso, de todas formas, estaríamos movilizados y no habría tiempo para nada. Me eché boca arriba en la cama y suspiré con todas mis fuerzas, exhalando todo el oxígeno que tenía dentro de mí. A veces me preguntaba qué hubiera pasado si me hubiera quedado un día más, solo un día más. ¿Las cosas hubieran sido diferentes? ¿Nada habría sucedido? ¿Hubiera llegado a alcanzar la verdadera felicidad?

Me gustaba atormentarme con preguntas sin sentido, esas mismas que llenaban el vacío interior que sentía cuando lo recordaba. Dudas que quizás algún día serían contestadas.

Levanté la cabeza un poco y miré a mí alrededor. La fama, el dinero, mis autos de lujo: nada me llenaba. Por fin en muchos años analizaba mi situación y entendía al fin que lo material no me iba a devolver lo que más quería. No recordaba cuántas veces me había acostado con mujeres para llenar el hueco que sostenía en el pecho y ni una sola me pudo dar ni la cuarta parte de lo que él me entregó. Qué estupidez.

Por las noches siempre tenía el mismo encuentro recurrente. Hoy, como en ya varias circunstancias similares, lo vi de pronto. Años teniendo el mismo encuentro nocturno, tantas que me había acostumbrado. Estaba parado ahí, en la esquina, mirando fijamente hacia la ventana. Me sentía paranoico al creerlo aún vivo, pero lo sentía tan cerca, como si estuviera en verdad en mi habitación y aunque fuera una fantasía infernal, era agradable. Mi corazón se oprimió. 

Para mi mala suerte, las pastillas estaban dando efecto sobre mi cuerpo, pues ni bien puse un pie en el suelo caí de rodillas. De todas formas, esa noche no iba a perder la oportunidad de sentirlo junto a mí, al menos una vez más, solo una más.

—Yuuri... —susurré—, ¿me amas?

No respondió, nunca lo hacía. Me quedó observando silencioso. No importaba, aunque no hablara me contentaba con ver su hermoso rostro. Por dentro sentía miles de emociones desparramándose, pero por fuera mantenía la compostura. Era el único orgullo que me quedaba, no podía perderlo, no ahora. Quiero tocar su mano, besarle y hacerle sentir que nunca más estaría solo, pero mis sentidos se paralizan y mis piernas no responden.

Él se acercó y pude complacerme sintiendo su respiración cerca. Se me vinieron varios recuerdos a la cabeza: el día que lo conocí en la fiesta que alguna vez Christophe organizó, mi declaración, años luchando para que me aceptara, su independencia como estudiante, el dolor a causa de su depresión, sus lágrimas a través del teléfono, el día que me fui y no lo volví a ver en vida. Lo dejé solo, y con esos firmé su sentencia de muerte. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía más y lo sostuve de un brazo, pero éste se desvaneció entre mis dedos.

No estaba ahí, era una fantasía. Yuuri no volvería.

La última oportunidad // VictuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora