Los domingos me agobian
Son el punto más lejano del último día rutinario, y el más cercano al comienzo de la siguiente rutina. Son como un cielo sin estrellas dentro de una nada absoluta esperando a que alguien aprecie su belleza, pero le faltan sus joyas.
Los domingos me apenan
Son días vacíos que nadie quiere llenar. El silencio de una misa atea. El último pensamiento de un soldado que da su vida por una patria inventada. El deseo de morir del padre sin el hijo, y el de renacer del hijo sin el padre.
Los domingos me atan
Mi mente y su complejo sadomasoquista se dejan golpear una y otra y otra vez por los latidos del corazón hueco que ocupa mi esperanza. Cuando cae la noche, en esos días, la luz no se enciende, y dudo de la existencia de los colores.
Los domingos me hieren
Dejan cicatrices a corto plazo. Dejo al sol fuera de mi espacio. Me dejo caer. Dejo de quejarme de todo y solo me quejo del sordomudo silencio. Silencio. La música dará un golpe de estado a tu reinado del séptimo día.
Los domingos me atormentan
me castigan, me nublan,
Me arrancan la piel
A piezas de puzles rotas
Que componen mi cabeza
Y en mi cabeza componen piezas de música
Partidas, de nacimiento, hasta la muerte.
Los domingos me odian, pero no tanto como yo a ellos.