Homophobic-Jikook (정국, 지민)

·Prólogo·

El frío viento de Busan golpeaba el rostro del peli-rosado, mientras unas lágrimas escurridizas caían de sus rasgados ojos marrones, llegando hasta sus mejillas y terminando su camino en el mentón del chico. Park Jimin se despedía de sus amigos con un abrazo acogedor mientras les prometía que en un futuro no muy lejano volvería a verlos, y le contaría que habia sido de él. Jimin no solo estaba despidiendose de sus amigos, si no tambien de todas las personas que vivían en Busan. Se despedía de Mey, la niñita que vivía en la casa vecina y con quien a él le gustaba pasar el rato mientras la niña le contaba que había hecho en su escuela, o que había jugado en los recesos acompañada de sus amiguitas, o le gustaba observar como la niña servía su té imaginario en la pequeña tazita blanca de porcelana que ella tenía, y siempre compartía con Jimin. Se despedía del viejo señor Ho, el hombre de la tienda favorita del peli-rosado. Jimin recordaba como había conocido a aquel hombre, quien desde que lo vió lo protegió como si fuera su hijo o su nieto. La imagen del hombre poniendo una manta sobre los hombros de Jimin, mientras lo reprendía por salir de noche y cuando el cielo se encontraba entristecido y soltaba sus aguas hacia el mundo, llegó a la mente de Jimin, y no pudo evitar sonreír, logrando que unas cuantas lágrimas saladas llegaran hasta sus labios. El peli-rosado se despedía del aire que lo rodeaba en Busan, del olor a café que entraba por los orificios de su nariz al pasar por las cafeterías de su ciudad y de las sonrisillas alegres y llenas de vida que los niños del parque le regalaban y que él correspondía gustoso. Se despedía de las farolas que tanto lo habian acompañado por las noches en que él se sentía perdido y salía a caminar por las calles iluminadas por aquellas farolas. Se despedía de todo lo que hacía a su ciudad natal la cual era Busan, para dirigirse hacia Seúl, donde no sabía que se encontraría, o como lo recibirían. No sabía si el olor de las cafeterías sería el mismo, o si podría haber alguien tan amable que lo cuidase como lo hacia el señor Ho, o si su vecina sería una dulce niña con sonrisa pícara e inocente como la que poseía Mey. Mentiría si dijera que no sentía temor y le daba igual irse a Seúl o al otro lado del mundo. Mentiría si dijera que su enorme corazón no se despedazó cuando le dijo a sus amigos que se iria a Seúl junto a su madre y hermano, porque su madre quería comenzar "una nueva vida" donde el nombre de su reciente ex-esposo no existiera. Oh, claro que Jimin mentiría al decir que no sentía miedo de lo que el destino le deparara.

El peli-rosado se separó del abrazo que había mantenido todo ese rato con sus amigos, y secó sus lágrimas de tristeza con la manga de su camiseta color rosa pálido. Le sonrió forzadamente a los jovenes frente a él, quienes sollozaban cada vez mas fuertes y también intentaban frenar sus lágrimas que parecían no tener fin.

-Vamos chicos, de igual forma no estamos muy lejos-Jimin no podía creer como aún con el corazón lleno de tristeza y su voz entrecortada lograba articular palabra.-Podremos hablar por mensajes, o hacer videollamadas.., además hay algo bueno de todo esto y es que mi refrigerador estará lleno ya que Sung Oh no estará comiendose todo lo que vea-Soltó una risita y sus amigos lo siguieron, mientras Sung Oh le daba un leve golpe en el hombro, riendo junto a los demás.

-Hijo, debemos irnos-Interrumpió la madre del peli-rosado. Todo volvió a quedar en silencio, y las miradas entristecidas no tardaron en aparecer.

Jimin abrazó una ultima vez a sus amigos, quienes le decían una y otra vez que comiera bien, se cuidase y al ser el menor del grupo, lo molestaron diciendo "no hables con extraños".
El peli-rosado suspiró, y tomo sus maletas mientras les sonreía a sus amigos y al girarse soltaba lagrimas nuevamente como si sus ojos fueran cascadas. Subió al micro que lo llevaria a una nueva ciudad, a una nueva institución, a donde comenzaría una nueva vida rodeado de nuevas personas con personalidades totalmente distintas a las que mantenían sus amigos. Y una vez más, sintió miedo.