Capítulo I: No hables con extraños.

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Le gustara o no era su hermano. Siempre escuchó que los amigos se escogían la familia no... Si le diesen la opción de elegir un hermano mayor lo más probable es que se inclinaría por alguien honesto, sincero, entre otras cualidades positivas. El problema es que sin importar cuántos candidatos tuviera en frente, siempre escogería a Kamui, el "idiota" que tanto adoraba.

Kagura miró el reloj de pared, era tarde y su hermano aún dormía en el sofá, no le costó demasiado unir todas las piezas del puzle. Con suavidad, depósito un beso suave en la frente del muchacho y enseguida le derramó encima el agua del vaso que tenía en la mano derecha.

—¡Despierta inútil!

Sin aviso, el joven escupió el rostro de la chica en venganza, la furia de la pelirroja se convirtió en sangre y cristales rotos. La pelea acabó cuando la sala se convirtió en un desastre, y el hambre se hizo presente.

—Espero que hayas preparado algo mejor que tu asqueroso arroz con huevo —el agrió comentario, hizo que una vena se marcara en la frente de Kagura, quien escondió estratégicamente un par de cáscaras en la montaña de arroz para su hermano.

A pesar de insultarse, golpearse e incluso no hablarse, ni dirigirse la mirada. Tenían una relación bastante sólida, su padre había muerto hace tres años cuando un negoció salió mal. Desde entonces los hermanos Yato se dedicaron al negocio familiar. Eran buenos estafadores, tenían muchos nombres, pero pocos conocían los reales. Cada golpe les dejaba el dinero suficiente para vivir meses sin mover un dedo, pero como la fuente monetaria se estaba agotando debían planear el siguiente movimiento.

Kamui se veía bastante cómodo con su trabajo, su ego aumentaba cuando sus estrategias daban resultado, y algún pobre idiota se quedaba en la calle. Kagura por el contrario no estaba de acuerdo con la vida que llevaba, pero no conocía otra. Desde que tenía memoria, podía recordar a su padre instruyéndolos para ese estilo de vida, únicamente confiar en ellos mismos, desconfiar de todos aseguraría el éxito, nunca pasar demasiado tiempo con una presa y sobre todo, jamás interactuar más de lo necesario.

La menor de los Yato, cuando era más joven solía hacer bastantes preguntas como: ¿Por qué no puedo tener amigas? ¿Por qué nos mudamos seguido? ¿Por qué papi nos enseña las materias? Debido a la manera en la que fueron criados, no se sorprendió mucho con las explicaciones de su papi, incluso le parecían bastante lógicas. Con el paso del tiempo los niños se convirtieron en expertos mentirosos, pero entre ellos no podían ocultarse nada, podían leerse como la palma de sus manos.

—Hoy no me cobraron el periódico —comentó la pelirroja, esperando que el chico masticará alguna cáscara.

—¿Hiciste uso de tus "Atributos"? —preguntó indiferente.

—No soy tan asquerosa como tú, pero no es mi culpa que me regalen cosas por ser linda —agregó orgullosa, ser ciego era la única opción para ignorar la belleza de la joven de diecinueve años.

—Como sea, podrías pedir que te regalen comida o un curso de cocina —contestó, mirando el platillo sin ganas.

Kagura tenía una mirada sombría e intentaba contenerse para no arrojarle su delicioso platillo encima, pero el autocontrol no era lo suyo, por lo que terminó haciéndolo de todas formas.

—Se me resbaló —sonrió, fingiendo inocencia.

—Almuerza rápido, tenemos trabajo a las tres —el muchacho miró su móvil corroborando la hora 14:13 p.m.

—¿Te despertaste hace poco y ya tienes todo planeado? Papi no exageraba cuando te decía genio —dijo algo sorprendida, no era común que ella soltara algo parecido a un cumplido.

Estafadores Y Policías. Un juego de traiciones y mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora