La alarma sonó. Una de mis típicas siestas de cada tarde de sábado había acabado.
La luz del sol aún caía sobre mi cama, mi habitación se veía como cada tarde de sábado, 《pálida》 Mi pequeño escritorio no tenía cosa alguna sobre él, lucía tan limpio y ordenado como lo iba haciendo recientemente; aquellos libros y cuadernos que solía utilizar mientras estudiaba en el colegio habían desaparecido. Mi estante contenía todos los libros que tenía. Mi colección iba desde los libros que compraba para profundizar las cosas que enseñaban el en colegio: biología, química y matemática eran los títulos que resaltaban de entre la categoría de educativos, hasta los libros que compraba por placer. Los de misterio y suspenso hacían que mi vida fuera diferente y muy divertida cada vez que abría uno de ellos, me sentía en otro lugar. El cuadro que se encontraba en la pared que daba contra mi cama mostraba a mis hermanos y a mí pintados con finas pinceladas de pintura, una pequeña inversión que mis padres habían hecho tiempo atrás para que en un futuro veamos cuanto habíamos cambiado, y vaya que fue una gran inversión. Todo estaba como lo había dejado antes de dormir.
Mi habitación se veía tan estúpidamente normal que empezaba a temerle.
Los pasos que sonaban en el pasillo que llevaba al dormitorio de mis hermanos y al mío se hacían cada vez mas fuertes. El asesino se dirigía hacia mi dormitorio, seguramente con una pistola con silenciador, tal vez ya había matado a toda mi familia.
Mi madre entró a mi habitación, otra vez uno de mis sueños en que un asesino me acechaba y quería matarme no se había hecho realidad. Ella me miró con ternura, no se había dado cuenta de que ya no era su querido niño de hace mucho tiempo y que las personas cambian.
Me dijo que ya era hora de levantarme, que ya eran las cuatro de la tarde y que no quería molestarme, pero sólo hacía lo que le había dicho que haga unas horas antes. Vio mi asentimiento y se fue no sin antes malograr mi cabello, lo había desordenado completamente.
Mis zapatillas estaban en el piso, a un costado de mi cama listos para que me los ponga. La puerta de roble de mi habitación estaba a medio cerrar, mamá la había dejado así, seguramente ella pensó que dejaría mi habitación. 《Intuición maternal.》
Las escaleras que me llevaban de mi cuarto que estaba en la segunda planta hacia la primera también seguían como antes, nada había cambiado.
Mi padre pareció ignorarme al verme, tapó su cara con aquel periódico de prensa amarilla, seguramente quería evitar verme. No tenía porque seguir viendolo si él no quería intercambiar siquiera alguna palabra conmigo.
Mis hermanos se encontraban jugando ajedrez en la sala, ellos también parecían ignorarme. Laika vino hacia mí, movía su cola alegremente, ella y mi madre parecían ser las únicas en esa casa, que se daban la molestia de darse cuenta que importaba.
El teléfono sonó. Mi padre quiso contestarlo, ya iba a hacerlo, pero al ver que mi madre fue a contestarlo siguió leyendo aquél periódico. Mamá se puso seria al contestarlo. Colgó y me dijo que saldría por unas cuantas horas, ella vio que asentí y se fue no sin antes llevar su abrigo bajo su brazo.
Aquella sala se veía aburrida, los rostros de mis hermanos pedían a gritos que yo también saliera de esa casa.
Abrí la puerta que daba con la calle, el vecindario tampoco había cambiado en absoluto. Todo iba normal, era otro día aburrido. Al caminar el tiempo cambiaba, el brillo del sol era cambiado por por la oscuridad de la noche. Una banca pública se encontraba a unos metros de mí.
Mi vecindario tomaba una forma distinta desde aquella banca. Tener otta perspectiva sobre muchos asuntos, me había convertido en la persona que era en ese entonces. Aquella banca se ajustaba perfectamente a mí.
Ya todo se había vuelto oscuro, solo las luces de los postes de alumbrado público alumbraban las calles. La soledad empezaba a rondar por mi cabeza. La pulsera roja que llevaba en mi mano derecha hizo que recordara la vez en que la había recibido.
《el colegio acababa y todos mis compañeros empezaban a hacer cosas tontas para recordar el último año. Haber hecho las cosas que ellos hacían me hubieran convertido en una persona tonta. Jayden, mi mejor amigo, tenía las mismas opiniones que yo. Un día mientras estábamos en clase, un pequeño hilo rojo empezaba a salir de su mochila, lo jalé y una gran idea vino a mi cabeza. Si era lo suficientemente hábil podía crear algo con eso. Una pulsera de hilos rojos fue el resultado de un fugaz pensamiento.》
Esa pulsera había estado en mi muñeca desde antes de acabar el colegio, no pensaba quitármela nunca.
Jayden se me vino a la cabeza, no lo había visto por más de dos días, ir a su casa a visitarlo de manera sorpresiva sería algo divertido.
El autobús que iba al centro no tardaría en pasar, debía asegurarme de ir al paradero y esperarlo.
Pasados unos cuantos minutos desde que había llegado al paradero, el bus se acercaba con un ritmo normal; ni muy rápido ni muy despacio. Cuando ya estaba en el carro, el ambiente era completamente distinto al estar en un lugar firme. De cierto modo me gustaba subir a cualquier tipo de transporte público. Ver caras que tal vez nunca más vería en mi vida dejaban en mí una sensación de incertidumbre.
El carro paró en el paradero del centro, mi momento de bajar había llegado. Caminé por las calles que me llevarían a casa de Jayden. Pasé por el centro comercial más grande de mi ciudad, no acostumbraba a caminar mucho por ese lugar, porque me daba miedo caminar entre tanta gente. Solo unas cuantas cuadras después del centro comercial habían muchas personas que vendían diversas cosas a costos muy bajos, pero aún así ninguna persona parecía querer verlos, todos pasaban de frente, olvidando a las personas que, a diferencia de los grandes centros comerciales, vendían cosas que ellos mismos producían con el objetivo de llevar algo de comer a sus hijos.
La gente que vivía en la ciudad en la ciudad en que yo lo hacía, eran una mezcla de todas las razas, contexturas y tallas. La diversidad era una característica fundamental en donde vivía.
La gran pantalla LED que pasaba publicidad de las más grandes marcas, daba la hora: siete de la noche.
Las calles empezaban a llenarse de mucha más gente, llegar a la casa de Jayden debía ser mi más grande prioridad en ese momento. Ya solo faltaban cinco cuadras para llegar.
Su casa se veía muy diferente, en otras oportunidades su ventana estaba iluminada por una luz proviniente de su habitación, esa vez no.
la puerta de su casa estaba muy fría, recosté el lado derecho de mi rostro en ella. Se abrió sin que yo lo notara antes y la mamá de Jayden salió, y al mirarme pareció quedar petrificada. Sus ojos se encontraban muy rojos y muchas lágrimas cubrían sus mejillas. Algo no andaba bien en esa casa. No quiso que pasara cuando le pregunté si podía. El asesino acaba de matar a toda su familia y no sabe que hacer, ese loco sueño sólo se aplicaba a mi vida, pero se entrometió en ese raro momento.
Después de que me contó lo que había pasado, la veía diferente, tenía que entrar a la habitación de Jayden aunque fuera lo último que hiciera, aquellas palabras no podían ser ciertas.
Asintió cuando le supliqué que debía de subir, y que si comprobaba que era cierto lo que me decía saldría de aquella casa sin hacer un escándalo.
La mamá de Jayden encendió las luces de la habitación y ésta estaba muy desordenada, esa habitación nunca había estado así. Jayden estaba ahí, al costado de la pared que daba a la calle, si no hubiera tocado su fría piel juraría que él seguía vivo. La madre de Jayden me vio y notó mis lágrimas porque me ofreció un pañuelo. Afuera, las sirenas de la patrulla de la policía empezaban a sonar. Aquella escena parecía sacada de una película, la madre de Jayden me veía mientras retrocedía de aquella horrible escena y parecía entender lo que yo sentía en esos momentos, después de todo perder a un hijo es igual de doloroso que perder a un amigo.
Las lágrimas se sentían muy frías. El clima estaba muy frío. Aquellas calles que había pasado anteriormente se sentían tristes, el viento soplaba contra mi pecho. Mi cabello empezaba a desordenarse. Las calles se pasaban muy rápido, hicieron que me perdiera. El GPS de mi móvil fue mi salvación esos momentos tan tristes. El autobús me llevó a casa, no dejaba de sentir lágrimas en mis mejillas. Mi casa estaba tal y como la había dejado antes de salir, pero aún así todo había cambiado.
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Con Los Ojos Cerrados
Mystery / ThrillerEn una ciudad que mezcla muy bien la pobreza con el desarrollo, Ian Staller, un adolescente que acaba de culminar el colegio, debe lidiar con una familia que parece ignorarlo. La extraña muerte de su mejor amigo, le golpea fuertemente. Decide busca...