El Dios del Hielo «H.S» √

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"-Una fuerte nevada ha congelado la ciudad de Londres, la mayoría de las personas dentro del centro comercial han decidido cerrar sus tiendas por la escasa cantidad de gente que se encuentra en éstas.

-¿No te parece un poco rara esta situación?- le dijo el conductor del programa al reportero que se encontraba a las afueras del centro comercial.

-Por supuesto que es raro, el pronóstico para hoy era totalmente soleado como corresponde. Es verano, no es normal ver nieve en esta época del año. Ésto John, ésto ha asombrado a gran parte de la población no sólo inglesa, sino que al mundo completo."

Xenia se encontraba mirando las noticias dentro de su casa con una manta que la cubría de pies a cabeza y una buena taza de chocolate calentando sus manos.

Nunca se encontró comprometida con la situación, más bien, ninguno de los habitantes dentro de la ciudad, el cambio climático sólo había afectado a la ciudad de Londres, ninguna otra parte dentro de Inglaterra se encontraba en la misma situación, claro, sin ser pronosticada.

Cansada de escuchar cómo los reporteros debatían si éste sería un caso paranormal o simplemente un extraño desorden de clima, decidió cambiar de canal a su serie de comedia favorita.

El reloj marcaba las tres con cuarenta y seis de la tarde cuando Xenia empezó a quedarse dormida. Estaba a punto de tocar con la cabeza el respaldo del sillón cuando se escuchó un fuerte grito proveniente de la casa de al lado.

Dando un gran salto y mirando a todos lados somnolienta se llevó las manos a la cara tratando de despertar, un gran bostezo se escapó de sus labios. Deshaciéndose de la cálida manta café se levantó y cubrió sus pies con las botas para salir a la calle nevada.

Cuando su pie pisó la nieve, ésta se hundió mojándolo por completo. Maldijo en susurro mirando su bota de lana, tenía tanto sueño que no se dio cuenta que al salir se había equivocado de zapato.

Xenia estaba a punto de regresar a casa para cambiarse, pero se dio cuenta de la gran multitud que rodeaba la casa vecina y como si ésta le llamara se acercó, sin importarle que su otro pie se mojara.

La mayoría de sus vecinos se encontraban con las cabezas asomadas por las puertas de sus casas, uno más que otro quejándose por sus pies empapados y sólo algunos se acercaron a la casa proveniente del grito de pavor, pero nadie entraba, se habían atascado en la puerta.

Xenia fue una de ellas, sin importar que sus pies se congelaban se unió a la comunidad haciendo fila para observar mejor la escena, la chica levantaba su cabeza constantemente para tener mejor visión y observaba a sus vecinos de reojo, los cuales ya se encontraban marcando los números de sus teléfonos y hablando a través de ellos.

Cuando pudo entrar por completo a la vivienda deseó no haberlo hecho.

Una mujer, en una extraña posición, completamente congelada, con una expresión de horror en la cara, señalaba a una de las paredes de la casa, la cual contenía una gigante H de color negro, la pintura estaba fresca y el olor que emanaba era repugnante.

Una persona salió repentinamente del lugar con las manos en la boca, reteniendo las arcadas por el asqueroso olor. Cuando su cuerpo tocó la nieve vomitó en ésta ensuciándose las manos y tiñendo la blanca superficie con un rojo intenso. Luego de estar en esa posición vomitando por un minuto, cayó muerto sobre la nieve.

Los gritos por toda la cuadra se hicieron presentes, las madre tomaban a sus hijos con fuerza sobre sus brazos, algunas tiradas de rodillas en las entradas de su casa rezaban como si de eso dependiera su vida.

Xenia salió rápidamente de la casa, mareada miró a su alrededor dando vueltas sin comprender que pasaba, hasta que de reojo pudo observar el charco de sangre y al hombre ya muerto sobre éste.

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