«La amiga de Haidée es mi vecina», escribió Edmundo a su hermano, olvidando que ellos estaban de luna de miel, unos pocos días, pero luna de miel al fin y al cabo. No habían pasado ni cinco minutos desde ese encuentro con Camila y necesitaba contárselo a alguien. Sonrió al pensar en ella, la mujer no tenía pelos en la lengua, y a él le gustaba mucho ese aspecto de ella. Pero no era tonto, Edmundo se dio cuenta de que Camila dudó por unos instantes si relatarle lo que había ocurrido, porque claro, las personas no le divulgan su vida sexual a alguien con quien coquetearon hacía menos de veinticuatro horas. Tal vez eso fue lo que más le gustó, que ella confiara en él y que en verdad no pensara que era un acosador-sicópata-violador-asesino-serial.
Se sentó en el sofá de la sala de estar y encendió el televisor. Siempre veía el mismo canal, así que no se tomaba la molestia de cambiarlo. Se dio cuenta de que iban a ser la dos de la tarde, según el añoso reloj mural que era de su madre.
Su celular sonó por una notificación de mensaje, Edmundo lo desbloqueó y sonrió.
«¿En serio? Mira qué pequeño es el mundo», fue la respuesta de su hermano. «El universo está tratando de decirte algo, hermanito. No lo ignores, recuerda "la maldición"», continuó Damián. «Ayer ustedes dos se veían muy animados conversando... Muajajajajajaja».
«Ridículo. El gusto tuyo de ver cosas que no son. Mejor ocupa tu imaginación en algo más productivo y ve a atender a la pobre Haidée como corresponde», contestó a la defensiva Edmundo. Su hermano era un romántico hasta la médula, aunque intentara hacerse el loco... o tal vez, Haidée hacía que él se comportara así, con devoción.
En fin, Edmundo no quería detenerse a pensar mucho en el universo, el destino o cualquier cosa parecida.
«Si no estuviera bien atendida, no estaría contestando tus mensajes. Soy un hombre que le encanta satisfacer a su mujer», respondió su hermano con socarronería. «Le estoy haciendo almuerzo, mal pensado. Haidée tiene hambre», acotó de inmediato.
«¡Trabaja, esclavo!», bromeó Edmundo con inocencia, pero esa inocencia se esfumó en cuanto envió el mensaje. Si su hermano y su cuñada practican sado, dominación... o como le llamen, ¿Damián sería el sumiso o el dominante?, se preguntó. Francamente no lo imaginaba como sumiso, su hermano tenía algo que daba a entender que, a pesar de besar el suelo que pisaba su mujer, no era un pelele.
No hubo más respuestas, lo más probable era que Damián estuviera realmente haciendo el almuerzo, y a propósito de ello, Edmundo estaba famélico y con cero ganas de cocinar.
—¿Comida china o japonesa? —Recreó los sabores mentalmente para saber qué cosa le apetecía más en ese momento, y decidió. Apagó el televisor, miró por la ventana y notó que afuera estaba un poco fresco, por lo que tomó un sweater, dinero, sus llaves y salió.
*****
«¡Tu cuñado es mi vecino!», fue el mensaje que le envió Camila a Haidée en cuanto procesó todo lo sucedido. No esperaba que su amiga le contestara de inmediato, era posible que estuviera pasándolo «pésimo» en su mini luna de miel.
«Vive al lado, pero al lado, al lado mío», fue el otro mensaje que le envió.
«¿De verdad es un hombre decente, o es un pastel disfrazado de hombre decente?», escribió quince segundos después, un tanto arrepentida de bombardear a su amiga con mensajes de chiquilla insegura. Miró la hora en su móvil, eran las dos de la tarde
—Mejor me voy a duchar. Tengo pegado en el cuerpo el hedor del peor sexo de toda mi vida y estoy cagada de hambre —declaró en voz alta, levantándose del sofá y dirigiéndose al baño—. Increíble, ahora va a la lista de pasteles el «hombre metralleta».
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[A LA VENTA EN AMAZON] Enséñame (#8 Contemporánea)
Romance[A LA VENTA EN AMAZON - SOLO 3 CAPÍTULOS DISPONIBLES] El señor Edmundo Cortés, no es como el común de los hombres, pero él no lo sabe. Hay algo singular en su forma de ser que no le permite mantener una relación duradera con ninguna mujer. El entusi...