Capítulo 4

6.9K 275 8
                                    

Tomamos el vuelo de regreso antes de lo esperado y yo no podría estar más feliz. Quería irme y no seguir recordando lo sucedido. ¿Qué sentido tendría? Después de todo, fue cosa de una noche con un completo desconocido, debía olvidarlo y dejar todo como una anécdota.

Según mi padre todo había resultado de forma exitosa y no era necesario pasar un día más fuera de casa. Salimos del aeropuerto y llegamos al edificio en pocos minutos, bajo mi maleta del taxi y mi padre se ofrece a llevarla, con una mirada fría le hago entender que no quiero y asiente. Siento el móvil vibrar en mi bolsillo y lo ignoro pero vuelve a hacerlo, entonces decido responder.

—Hola —Digo con el mismo tono frío que vengo utilizando hace algunos meses cuando se trata de él.

—Hasta que al fin respondes Beryl ¿Qué diablos pasa contigo? —Resopla enojado— Desapareces de un segundo para otro sin decir una palabra a nadie, cancelas la fiesta sin avisar, quien sabe si no era todo mentira, no respondes los mensajes y ni siquiera eres capaz d... —Lo interrumpo.

—Escúchame Max, entiendo que estuve mal, pero no tienes derecho de hablarme de esa forma cuando no sabes lo que ha sucedido, y sobre la fiest...

—Ese es exactamente el problema, no tengo la más mínima idea de tu vida últimamente Beryl... No, espera... Últimamente no, desde hace bastante tiempo mejor dicho...

—Escuchame bien, no sé de que diablos estas hablando, pero no tengo tiempo ahora mismo, sólo te diré que estoy muy lejos de casa y si no dejas de hablarme de ese modo entonces cuando llegue no podré explicarte nada. ¿Me has entendido? —No escucho su voz del otro lado y entonces enojada acerco mi móvil a mi boca y subo el tono de voz— ¡¿Me has entendido Maxwell?!

De repente siento que alguien me jala el brazo fuertemente y gira mi cuerpo de un movimiento brusco.

—¿Así que estas muy lejos de casa, eh? —Exclama imitando mi voz.

Abro los ojos como platos y no puedo creer que él este aquí en frente mío. Maxwell Bennet, mi mejor amigo durante muchos años hasta que, lastimosamente, caí en la cuenta de que me había enamorado de él. Supongo que algunos sentimientos son mejor callarlos, pero muchas veces nuestras miradas y nuestras acciones nos traicionan, nos delatan, hablan por nosotros. Y esas son cosas imposibles de controlar. Lo miro a los ojos y trato de parecer fría, indiferente, aunque es inútil. Él lo sabe todo muy bien.

—¡¿Qué haces aquí?! —Exclamé

—Vine para ver si estabas en casa, no te encontré y decidí llamarte pero justo vi que llegabas, eres una mentirosa Beryl.

—Sí, te mentí. ¿Algún problema? —Respondo encogiéndome de brazos.

Su mirada se dirige a la maleta que descansa sobre el suelo y la mía, hacia el colgante con forma de la mitad de un corazón que lleva puesto desde hace unos cuantos meses, de esas bobadas que se regalan las parejitas. Estúpido, pienso.

—¿De dónde vienes? —Cuestiona más calmado. Supongo que ahora piensa que no le he mentido del todo.

—Eso no interesa. Ya estoy aquí.

Asiente. Su hombros se relajan y observo que saca de su bolsillo una bolsita de tela muy pequeña y delicada.

—No sé que ha sucedido con nuestra amistad en los últimos meses, pero no estoy contento en lo absoluto y aunque tengas estas actitudes tan... Extrañas... Yo, te quiero mucho, feliz cumpleaños Beryl —Me regala una de esas sonrisas que tanto me gustan, noto sinceridad en sus palabras, las cuales logran ablandar mi corazón por un momento, me abraza con fuerza y por un segundo dudo en corresponderle pero es inútil, me duele la distancia que yo misma he interpuesto entre nosotros porque en parte fue un acto de egoísmo, pero ¿Qué otra cosa podía hacer?

DeliciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora