Y creí entender la infinidad de vidas que compartí con ella, y ella conmigo, cuándo con entusiasmo nos mostramos desnudos en ésto, en las sábanas de nuestras conciencias encontrándose, reconociendose y pidiendo no más que estemos cada tanto.
Porque es que en su lenguaje, siempre, puede ser un momento.
Y un momento, una, o la mejor de las vidas.Nunca me miró directo a los ojos, siempre saltaba de un lado al otro, una sola vez pude grabar en mi memoria el brillo y me encandiló.
Pues no dejaré de mirarla aunque me duela, no puedo ni quiero privarme de su desatado calor por más que me queme las retinas, el cuerpo y la mismísima razón.