BE WITH HER
Camila POV
–¿Ya has visto las fotos de su último photo shoot?– preguntó Taylor sentándose a mi lado en el sofá.
Simplemente negué con la cabeza e intenté hacerme más pequeña. Todavía dolía oír de ella. Dolía verla en las fotos. Dolía saber que todo terminó. Dolía pensar en ella, pero aún así, tres meses después, ella seguía siendo mi primer pensamiento de la mañana y el último de la noche.
La rubia cogió su teléfono de la mesa de cristal y se conectó a Instagram.
Minutos después, me encontraba viendo fotos de la que una vez fue mi novia, con ese vestido transparente con algunos adornos negros ceñido al cuerpo, pegándose en sus curvas, dandole una forma perfecta.
Sin embargo, la susodicha no estaba sola. Con ella se encontraba Lucía Vives. «Menuda zorra» pensé. Aunque yo no tenía nada en contra de esa mujer. Solo que se creía preciosa cuando no tenía ni pecho (aunque yo tampoco pueda fardar de eso) ni trasero, que, no por joder, pero a mí de eso, sí me sobra.
Desde que el manager de la banda dijo que Camren tenía que quedar oculto de alguna manera y obligaron a la pobre Lauren a tener esa relación de marketing con su mejor amiga, a esa mujer se le subió más el ego que por ser la hija que el de la bicicleta.
Di un largo sorbo de mi copa de vino y Taylor apartó el teléfono.
–Tenías una novia muy caliente, Camila.
–Lo sé...-masajeé mi frente con mis dedos–¿Cómo la dejé escapar, Tay? Era la chica perfecta. Lo tenía todo.
–La culpa no es tuya, cariño. Si ella no quiso escucharte o creerte, no es tu culpa.
–Bueno, para ti es fácil decir eso...–la sala se quedó en silencio bastante incómodo un tiempo–Debería marcharme ya.
–Claro. Ya hablaremos.
Sin más, cogí mi bolso y me fui de allí.
Arranqué el coche que había podido estacionar en su garaje y me fui de nuevo a mi casa.
Los viajes en coche eran aburridos. Lauren y yo solíamos recorrernos todas las ciudades en uno, con la música a todo volumen, inventándonos la letra de las canciones.
Todos esos pensamientos me nublaron la vista, pero afortunadamente el semáforo se puso en rojo, dándome un tiempo para relajarme. Puse la radio a todo volumen para mantenerme distraída y seguí con el camino.
Una vez en casa, solo estaba Sofi despierta, viendo una película de dibujos animados, La Sirenita.
Aunque bueno, lo que se dice despierta...
Apagué el televisor y cogí a mi hermana pequeña en brazos, que enseguida se aferró a mi cuello.
Caminé hasta su cuarto, donde la tumbé en su cama.
–Te quiero Kaki...–dijo antes de volverse a dormir.
–Y yo, ratita-dije besando su frente.
La mañana siguiente, después de desayunar con mi familia, fui al estudio, a componer y grabar alguna cosa.
Todo el suelo estaba cubierto por una alfombra de folios de papel arrugados, con letras de memorias que con el paso del tiempo quedarán olvidadas. O al menos yo me obligaré a hacerlo.
Y dolía. De nuevo dolía pensar solo en ella.
Oí unos golpecitos en la puerta.
–¿Puedo pasar?–era Ashlee.
–Claro-susurré.
–Vaya, por tu cara veo que viste las fotos...
–Habría sido inútil intentar ocultarlo–arranqué otra hoja del cuaderno y la arrugué hasta hacerme daño en las manos.
–Hey, cálmate. Vamos a tomarnos un descanso, ¿si? Te invito un café a la cafetería de la esquina.
Me puse de pie y andamos hasta el sitio dicho.
Una vez dentro, colgamos nuestras chaquetas en un perchero, y nos sentamos en un sofá.
–¿Con leche y mucho azúcar?
–Con leche y mucho azúcar–confirmé.
Minutos después, el sonido de la puerta sonó indicando que alguien había entrado. Me giré un instante, y mis ojos se conectaron enseguida con esas piedras verdes. Así nos mantuvimos durante unos segundos, hasta que ambas aterrizamos, y la peli negra intento marcharse.
–Lauren–dije reaccionando yo también. Me puse de pie y me dirigí hacia ella, que había dejado de andar–Hola..–fue lo único que me salió decir.
–Hola, Camila. ¿Qué haces aquí?
–Estaba... bueno, yo... estaba componiendo. Necesitaba un respiro.
–Ya.
–Y... oye. Es demasiado si te pido que te quedes un rato, ¿verdad?
–Bueno, había quedado por la tarde con...–hizo una pausa, y ahí lo entendí todo.
–Ya, claro. Lucy. Por qué no me sorprende...
–¿Estás celosa?
–No lo sé, ¿estarías tu celosa si quedara con Ariana?
–Aún así, no tienes derecho a estarlo. Entre nosotras ya no hay nada, Camila. Y te recuerdo que fue decisión tuya.
–Por favor, Lauren, ni siquiera me has dado la oportunidad de explicarte en estos tres meses.
–¿Y que me vas a contar? ¿Que tú no querías marcharte? ¿Que fue todo la industria? Esas son tus soluciones para todo. Todo mentiras, Camila. Y estoy harta. Entre lo nuestro, siempre era yo la que tenía que dar la cara, mostrando siempre algo más de mi vida privada para protegerte, para mantenerte a salvo. Y tú me tiraste al suelo como si fuera un puto chicle sin sabor.
En ese momento yo ya no sabía que decir. Cerré los ojos intentando reprimir todo rostro de lagrimas, aunque dos de ellas se escaparon.
–Ya veo...– murmuré. Sequé mis mejillas.
–Me voy–y esta vez, no intenté detenerla.