Nocturno.
Sus labios chocaron torpes contra su piel, sus manos envolvieron su cintura y sus dedos se enredaron en los entramados de su cabello, nada tenía sentido, nada estaba en su lugar y el mundo se hallaba de cabeza, pero nada se sentía tan perfecto como ella ahí entre sus brazos, en el lugar donde cabía a la perfección, con los labios moldeados el uno para el otro.
¿Qué estaba pasando?
Pucca alargó su brazo tratando de buscar el borde de su sudadera negra, la prenda se fue perdiendo dejando el perlado torso al descubierto, su vista bajó por un segundo del beso a la piel ahora expuesta y un retorcijón se alojó en la parte inferior de su estómago, extendiendo un calor por todo su cuerpo. Sus mejillas brillaban sonrojadas en medio de las sombras y la oscuridad, sus ojos se fundieron en los del ninja encima suyo y sintió el calor anterior con mayor intensidad, mientras esos ojos negros la devoraban entre jadeos.
─¿G-Garu?
El voto de silencio llevaba cerca de un mes roto, Garu había recobrado el honor de su familia finalmente a los dieciséis años y junto a su voz, la Pucca también había regresado. Se inclinó sin contestar su voz dubitativa y agarró con sus labios los de la chica bajo suyo, y sintió como sus finas manos recorrían su pecho, un escalofrío placentero recorrió toda su espina dorsal mientras se devoraba esos labios como flores, ligeramente abiertos esperando por sus besos, jadeando de manera casi imperceptible. No quería contestar ni decir nada, sentía que rompía el momento, sentía que le arrebataba el sentido a la imagen perfecta que se creaba bajo suyo. Los labios carmesí, la respiración acompasada, los ojos opacados por la poca luz y la situación, el cabello esparcido sobre la almohada. Ciertamente estaba muy confundida, pero también muy ansiosa, lo notaba en la manera en que la comisura de sus labios se levantaba con sutileza cada vez que dejaba de besarla, en las risitas traviesas que atravesaban la habitación cuando sus miradas chocaban.
Las piernas de la azabache se enroscaron entorno a sus caderas cuando bajó a besarla de nuevo, y tras una ligera presión contra el cuerpo de Garu, Pucca detectó la erección que se escondía bajo sus pantalones ahora restregándose contra ella, un pequeño quejido salió de sus labios rosa ante el primer tacto, Garu la observó embelesado como si la viese por primera vez. Animado por el ruido embistió contra ella un poco más fuerte, las manos que se mantenían en su cuerpo se clavaron contra su piel desnuda mientras un suave gemido llenaba la habitación, Pucca se cubrió la cara avergonzada.
─¿Pucca...? ─se apretó contra ella esperando su respuesta, pero en vez de palabras un segundo gemido se escapó de entre sus dedos que tapaban con vergüenza su boca.
Las piezas encajaron de un segundo a otro, lo que los gemidos significaban, la situación, la cercanía en la que estaban, los besos, y por al menos diez segundos su mente desapareció y se dejó llevar por su instinto por completo, sus manos afirmando los muslos de la chica, las presión de sus intimidades juntas, los ya no tan silenciosos ruidos que salían de ambos casi como sinfonía. Se sentía tan bien estar contra ella, besarla, tocarla, su tersa piel bajo sus toscas manos, era como perder la cabeza, todo se nubló hasta que dentro de la neblina escuchó su suave vos.
─¡G-Garu! ─no estaba muy seguro si era un gemido o sólo lo trataba de llamar, pero devolvió sus sentidos a donde pertenecían, detuvo el vaivén que había comenzado contra la chica y enfocó la vista en ella nuevamente.
─¿Dime?
El silencio, el rubor en sus mejillas, la confundida pero decidida mirada de la chica, los labios rojizos por los besos.
─Hazlo de nuevo.
─¿Q-qué?
─...Haz eso de nuevo ─las piernas de la chica que estaban entrelazadas alrededor de su cadera lo apretaron, produciendo nuevamente el leve vaivén que lo había vuelto loco.
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[PUCCA] Nocturno
Fanfiction"Sus labios chocaron torpes contra su piel, sus manos envolvieron su cintura y sus dedos se enredaron en los entramados de su cabello, nada tenía sentido, nada estaba en su lugar y el mundo se hallaba de cabeza, pero nada se sentía tan perfecto como...