Mark.

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Había una vez, así es como suelen comenzar las historias felices ¿cierto? pues esta es una historia un poco diferente a esas, tal vez el desarrollo no sea tan feliz, como la típica historia de un príncipe que va a rescatar a una princesa en una torre, no, sólo es la historia de un chico que creció sin felicidad y un niño que nunca a entendido el significado de esa palabra ¿por dónde comenzar?. 

Estaba paseando por un parque abandonado, ya era mi costumbre, todas las mañanas iba y pensaba acerca de mi vida, me gustaba sentir la brisa fresca de la mañana, jugar con los charcos que se formaban por las lluvias, sentarme en los columpios y jugar como si fuese un niño todavía.

 Todos esos pensamientos se desvanecen cuando decidí voltear a ver al viejo columpio donde suelo sentarme, ¿hubiese cambiado mi vida si seguía como si nada?, ¿qué fue lo que hizo que me detuviera?. Créanme cuando recalque que nunca me arrepentiré de acercarme a ese pequeño ángel, por que para mi ese pequeño niño era un ángel, uno que tenía la cabeza agachada, tomaba fuerte las cadenas del columpio, y parecía ocultar las heridas que estaban en su rostro. Pude escuchar que él estaba llorando ¿qué hace un niño llorando en un parque?, ¿era un fantasma?, dejé de hacer tantas preguntas y decidí acercarme a él. 

 — ¿Hola?, ¿puedo sentarme aquí? — señalé el columpio medio roto que estaba a lado, siempre odié ese columpio, pero preferí ignorar mi odio hacía ese modesto objeto. Como él no respondió supuse que era un sí, así que me senté. Me empecé a balancear hasta que noté que la cadena que sostenía el columpio estaba demasiado oxidada, entonces dejé de hacerlo y volví mi mirada al rostro triste del niño. 

— ¿Dónde están tus padres?

— No están aquí —me sorprendió el hecho de que no tartamudeó al contestarme, normalmente los niños solitarios tardan en hacerlo, pero él era diferente. 

— ¿Dónde están? —miré a mi alrededor buscando alguna señal de un adulto, pero lo único que veía era un montón de vegetación sin mantener y juegos oxidados. 

 —N-no están aquí... — ésta vez alzó la vista y volteo a verme. —¿por qué hace todas éstas preguntas señor?, ¿acaso hice algo malo? 

 — No, no pasa nada... y no lo sé, no es común ver a un niño solo, en un parque abandonado sin compañía. 

— Yo... vengo aquí seguido, y usted es la primera persona que veo aquí. 

 — ¿De verdad?, eso es un honor — al momento que el pequeño volteó a verme noté sus heridas, una en el cuello y otra en la mejilla, la última vendada torpemente, me imaginé que él fue el que intentó curarse. — ¿Qué te pasó? — señalé con mis dedos las zonas en donde se encontraban aquellas heridas.

 — Fueron mis padres, ellos dicen que soy un mal hijo, y me tienen que hacer esto para... que aprenda a ser bueno. — habló como si no fuese nada serio, algo que se debería de tomar como un juego.

 Abrí más los ojos al escuchar aquello, me impresiona que me haya dicho todo eso tan fácilmente, traté de analizar la situación, un niño, al que sus padres lo golpean. En eso, el pequeño se quedó pensando y comenzó a llorar de nuevo. 

 — ¡AH!... ¡duele!, duele muchísimo. — cubrió su rostro con sus manitas y siguió llorando. Algunas de sus lágrimas lograban filtrarse de sus pequeños dedos, parecía todo un ataque nervioso, jadeaba y sus palabras se quedaban cortas, intentó detenerse pero eso sólo hizo que siguiera llorando aún más fuerte. — ¡Es horrible! p- por favor, haga que se detengan... 

 Me puse en frente de él en cuclillas, intentando no caer en el lodo, aparté sus manos de su hinchado rostro y sequé algunas de sus lágrimas con mis dedos, él intentaba alejarse de mi agarre, pero me parecío importante atenderlo. 

 — No sigas llorando por favor... harás que llore también. — esas palabras son infalibles para que un niño deje de llorar. 

 Él seguía llorando, parecía que en cualquier momento se desvanecería por el dolor o por los nervios. Después de unos agonizantes segundos, que para mi parecían horas, negó con la cabeza algunas veces, hasta que intentó hablarme otra vez 

— N-no... no puedo evitarlo... duele demasiado. 

— Vamos, no sigas... dime ¿cuál es tu nombre — seguí secándole las lágrimas en lo que esperaba una respuesta de parte el menor.

 — J-jisung... me llamo Jisung, señor. — parpadeo repetidas veces, ya estaba calmándose, tomó mis muñecas con sus pequeñas manitas húmedas por sus lágrimas. 

 Dudé un poco, pero de verdad quería salvar a ese niño, y evitar que sea infeliz, así que se me ocurrió un plan en menos de un segundo, mentir para que él sea felíz.

— ¿Tu eres Jisung? ¡caray!, debiste de habérmelo dicho antes — alzó una ceja y me miró un poco extrañado. — Es que... tus padres me dijeron, que buscara a un pequeño, en un columpio, llamado Jisung... me dijeron que... lo llevara a mi casa y dese de ahora... yo te cuidaré. — no esperaba que el pequeño dijera que si, ¿quién le hace caso a un extraño que se detiene al hablar cada tres palabras?.  Quizá él entendía que todo era una mentira. Tal vez no le quedaba más que seguir la corriente.

 — ¿De verdad?... mis padres... ¿a dónde fueron? — abrió sus ojos un tanto alarmado. No quería que se pusiera más triste, pero a este grado no podía abortar la misión, no me quedó de otra más que crear otra mentira aún más grande. 

 — Es que, a tus padres los escogieron para que... fueran a una... misión... ¡en marte! 

 — ¿En marte?—abrió sus enormes ojos, la hinchazón de sus parpados fue bajando conforme habla. Incluso se escuchaba más tranquilo. 

 — Sip, me dijeron que volverían pronto, pero... pero... en lo que vuelven, tengo que cuidarte Jisung... ¿estás de acuerdo? 

 El pequeño sonrió y asintió con su cabeza muchas veces. — Claro que si... señor... ¿cuál es su nombre? — ladeo su cabeza y puso una de sus pequeñas manos sobre mi frente, intentando adivinar mi nombre.

 — Mark... me llamo Mark, Jisung. — le dediqué un pequeña sonrisa, lo que pareció tranquilizarlo aún más.

 — ¡Mark hyung! — cerró los ojos y empezó a reír, nunca había escuchado algo tan hermoso hasta que escuché la hermosa risa de Jisung. 

 — Dime, ¿cuántos años tienes Jisung? 

 — Siete... tengo siete años... ¿y usted hyung?. — miro de lado. 

 — Diecisiete años... 

 — ¡Ja!... hyung viejo — empezó a reír de nuevo, la verdad no me molestaba ser una victima de sus pequeñas e inocentes bromas, si él haciendo eso es feliz, yo no soy alguien para impedir que él lo sea. 

 — Oye, no soy tan viejo... — me levanté y estiré mi mano para que el pequeño la tomara. — Vamos Jisung, tenemos que ir a casa. — El pequeño tomó una de mis manos y la apretó fuerte. Nunca me preocupó haber robado a Jisung, supe que hacía lo correcto, de la forma incorrecta, aquel pensamiento no dejaba de resonar en mi cabeza. Ambos empezamos a caminar, entonces entendí, nadie nunca perdonará lo que hice.

 El único problema es que, la mentira y el engaño tiene fecha de caducidad.

Mark y Jisung aprenderían eso en cualquier momento, pero ahora sólo se tenían el uno al otro, y Mark no se detendría ni mucho menos se acobardaría de lo que estaba haciendo. Con tal de ver a Jisung feliz, cualquier sacrificio valdría la pena.

Hocus Pocus [MARKSUNG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora