Cap.4 Aún te estoy buscando

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Una alta mujer rubia de piel tan pálida como la leche se encontraba sentada en un sillón costoso, con la mirada perdida en el horizonte, sus pensamientos divagaban a través del enorme ventanal. Perdida... Se sentía vacía. Es una mujer muy hermosa, de nariz respingada y mejillas rosadas, el brillo de una muñeca de porcelana en sus grises ojos y suaves labios apenas coloreados de naranja. Cuanto tiempo llevaría tan solo ese día ahí sentada? Las horas se le escapaban en las gotas de lluvia que caían tras el cristal, en el sonido de los pasos del mayordomo que le entregaba cartas en una bandeja de plata, en las letras de los papeles que leía pero no entendía del todo... Y en el sentimiento de impotencia y desolación que le invadía.

Oh, mi dulce Perla, pensaba ella. Aún sigues con vida?

Contaba los días en las arrugas de sus ojos, más cansados cada vez, pues tras un nuevo amanecer, una nueva línea decoraba su rostro compungido. Hacía meses ya que había dejado de colocar su lugar en la mesa para almorzar. Al principio mandaba a poner su respectivo platito de porcelana y una copa de cristal cortado, lleno a la mitad con agua pura.
Ya no doblaba con cuidado la servilleta ni le colocaba los cubiertos de plata aunque en ocasiones, y solo para torturarse otro poco, entraba a hurtadillas en la habitación de su hija y se recostaba en la gran cama. Hasta altas horas de la noche ella lloraba ya sin lagrimas, sus ojos se habían secado y se quedaba dormida, hermosa, como si estuviera petrificada. Como si fuese una bella estatua. Silenciosa y quietecita.

Al despertar tendría que soportar los regaños de su marido, diciendo que no valía la pena que siguiera sintiéndose así, que despertara de una vez por todas y que más vale seguir con tu propia vida... y a pesar de todo, el caballero no se atrevería a dejar de pagar tan altas sumas de dinero a los investigadores privados. En secreto ella imaginaba mil escenarios que le ayudaran un poco a calmar su pena. En secreto, ese esposo suyo también lloraba la misma perdida, y la añoraba de vuelta. En secreto, ese matrimonio se aferraba a la esperanza de volver a tener entre sus brazos a su pequeña.

Aún buscaban a su querida hija. Pobre gente adinerada. Pobre matrimonio solitario.




Tinta sangre de caballero, lienzo piel de damisela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora