EL POKEMON PERDIDO DE DARWIN
En el 2008 contraté una hipoteca en Yenes. Es decir, tengo la fecha, el contrato y todos los papeles que declaran el día en que firmé mi condición de futura homeless y sin saberlo, estrenaba una vida llena de incomodidades que terminaría de hacerse realidad en el 2011, cuando el tsunami de Japón azotara mi casa subiéndome la hipoteca hasta el cuello como la ola que arrasó la isla de Pokemon. Pikachu y yo estamos preocupados por la radiación nuclear. Yo más que Pikachu porque soy humana y él o ella (si tiene genitales los esconde muy bien) es un invento millonario y ya debe estar viviendo en Beverly Hills.
Un homeless es una persona que se relaciona de forma cercana e íntima con el cajero automático de un banco, porque duerme dentro de su acristalado espacio y se protege del frío y la lluvia gracias al mismo banco que lo dejó sin casa quitándole mes a mes el poco oxígeno que le quedaba.
Debería ser más espiritual, pienso, una casa, bah, ¿qué es una casa? Un techo, pero si un techo se puede hacer con un paraguas y a tomar por culo como dicen por aquí. El problema, te lo confieso, es que a mí me gusta mucho comer. Comer todos los días. Tengo debilidad por los huevos revueltos, el queso y los sándwiches de salame. Adoro mi cama, con sábanas y almohada y más, te digo más, darme una ducha diaria me va a costar dejarlo. Sí, reconozco que tengo esa debilidad, la de la ducha. Y no te digo nada el tema de cagar y mear en inodoro, bueno con eso soy de lo más rígida, necesito un baño y si tiene papel higiénico y bidet, casi mejor. Soy así, una tipa cómoda, llena de pretensiones. No es que no me anime a cagar detrás de un árbol, digamos que en caso de no tenerlo, el baño digo, y verme en una situación difícil, prefiero hacerlo detrás de un árbol, escondiéndome, que en el vagón del metro delante de los pasajeros. Soy tímida para algunas cosas, para otras menos, fijate que para entrar en una panadería y pedir pan del día anterior tengo cara y carisma. No sé, me imagino poniendo a funcionar mis ojos dulces, mi sonrisa abierta, incluso podría escribir un poema, dibujar un hada o dar un masaje de cuello in situ, ahí nomás a la panadera, y proponerle un negocio exprés: yo te masajeo el cuello y vos me das un pan, el que te sobre, para ir tirando. No, eso no me da miedo. Menos mal que hice teatro, para los primeros días de pedir limosna y romper el hielo me vendrán bárbaro. Después ya no, te vas acostumbrando al lugar y poco a poco, yo me conozco, me iré haciendo amigos y todo el barrio me saludará como diciendo pobrecita, pero si sabe algo de inglés y todo. Ya estoy armando el planing para mendigar de forma organizada: preferiré trabajar por la mañana, hasta las 16 horas y después encontrarme con mis amigos del parque, los otros Pokemon del Retiro, todos llevados hasta ahí por el tsunami de mierda de un sistema económico fundado en la ley del más fuerte (siempre los mismos) que está obsoleto y se resiste a caer.
Pensándolo bien, podría entretenerme y armar un revolución de Homeless, todos con el culo aire caminando por la Gran Vía y saltando, siguiéndonos, etiquetándonos, limpiándonos los mocos y avanzando por las calles con pitos y tetas colgantes, llevando un cartel que diga: “tengo los huevos yen-os”. No perderíamos nada. ¿La libertad? Qué libertad si no tenemos ni medio euro para una barra de pan. ¿Denuncias? No me entendés, cuanto más denuncias, mejor, yo lo que necesito es ir a la cárcel, el parque está bien en primavera y durante la hora sin mosquitos, pero a mí, si me das a elegir, prefiero estar entre rejas y bajo techo que con el cielo de sombrero. Pikachu se salva porque es de mentira y tiene un montón de Pokemones con poderes que lo salvarán de esta ola y cualquier otra. Pero a mí, que soy humana y de divina tengo solo el perdón, encarcelarme, que me mantenga el estado y su constitución, ese libro que dice vivienda digna, trabajo digno, ¿sueldo digno? y tiene unos convenios y unos sindicados que hace años se los llevó una ola de capitalismo salvaje dejando solo su sombra, para que Darwin no los considerara extinguidos. Digno, que yo sepa no hay ningún Pokemón con ese nombre. ¿Qué Pokemón se llama Digno? Acá el único Pokemón digno es el que inventó la banca, que tiene el poder de dejar a medio planeta sin casa por la culpa de unos conceptos complicadísimos que los entienden cuatro tipos con corbata y la puta madre del Pokemon Bilderberg que los parió.
Pikachu, ¿por qué me has abandonado?