parte 2

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—¿Te sientes bien como para caminar? ¿Quieres que llame a alguien?
—Estoy bien —respondió Sicheng, pero al intentar ponerse de pie, cayó en brazos de Yuta.
La poca luz del lugar no le permitía verse por el espejo pero apostaba todos sus ahorros a que su rostro estaba rojo cual tomate. Y Sicheng por su parte se sentía igual. Mentiría si decía que no lo ponía nervioso que un hermoso y amable chico llegue como un príncipe a curar su herida. Pero eso eran cosas que no saldrían de su boca.
Yuta pasó su brazo por los hombros de Sicheng y lo ayudó a pararse. Los nervios de estar uno tan cerca del otro se palpaban en el aire. Y aunque la situación era un poco incómoda, ambos en su interior se encontraban a gusto con la cercanía.
Esperaron al ascensor y bajaron a la primera planta. Lo acompañó a sentarse en un sillón en la sala de espera y se acercó nuevamente a la muchacha del mostrador, que ahora parecía desocupada. Pidió por algún familiar de Sicheng y luego de unos minutos ella le informó que el señor Dong (su padre) vendría lo más rápido posible.
Miró de reojo al chico ya sentado en el sillón y se acercó a él.
—Dice que tu padre va a venir por ti.
—Gracias por ayudarme Yuta, en serio. — Dijo y le regaló una sonrisa.
Y ahí Nakamoto Yuta supo que quería estar a su lado siempre, por más loca que suene esa idea en su cabeza, manteniendo esa sonrisa que causaba una sensación nueva para él en su pecho.
Se dijo a sí mismo que no importaría si sus sentimientos no eran recíprocos, evitaría que Sicheng vuelva a llorar y si lo hacía, secaría sus lágrimas, porque en su vida había sentido tal angustia al ver a alguien llorar.
Yuta estaba tan perdido en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando tomó la mano del menor. Ambos rostros volvieron a enrojecerse y se miraron fijamente.
—Perdón, no quise incomodarte.
Él quiso apartar su mano pero Sicheng apretó con suficiente fuerza para que no se separen. Estuvieron tomados de las manos hasta que el señor Dong llegó. La calidez que Sicheng sintió al estar tomado de la mano con Yuta fue indescriptible, por extraño que parezca, se sentía completo. Y amó eso.

De camino a casa, mientras observaba la nieve caer desde el autobús, Yuta pensó que al fin y al cabo su día no fue tan terrible como aparentó ser y que, definitivamente, no sería la última vez que iría a buscar a la princesa Nakamoto.

Fin.

Fin

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protect you • yuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora