Cualquiera que conociera bien el mundo del arte sabía lo errante que podía llegar a ser la vida de un pintor aferrado a sus pinceles. Sin Embargo, para Garry Kauffman, este modo de vida dejó de aplicar para él, puesto que su amor por la pintura, así como sus obras se mantenían como un secreto bien guardado solo para sí. Ni si quiera su prometida conocía bien alguna de sus pinturas que no tuvieran qué ver sobre algún diseño de moda. No obstante, a pesar del prestigio que la moda le ofreció hace ya algunos años, la vida bohemia, los placeres desmesurados y las múltiples parejas llevaron a aquel joven que se preocupaba por los demás, a tener que conformarse con lo que el futuro matrimonio no-planeado con Astrid de la distinguida y de olvidada nobleza familia Von Kleist tenían para ofrecerle.
Con 27 años y una carrera tan boyante, Garry Kauffman logró ser uno de los mejores diseñadores de moda para jóvenes al aparecer en las revistas de renombre de la moda europea e incluso en contadas ocasiones también en las de categoría mundial, considerándose a sí mismo un 'influencer' de la moda juvenil. Donde la androginidad y la belleza subjetiva lograban hacer que su trabajo fuera un eco en la comunidad joven de países como Francia, Inglaterra e incluso España. Aún con todo aquello, el corazón del artista no podía sentir plenitud, puesto que su mayor anhelo era en realidad lograr ser un pintor auténtico como su tío abuelo, el cual no se atrevía a mencionar por respeto a su padre tras la dolorosa muerte de su madre.
El olor a tabaco, aceite de linaza, y la colonia de maderas dulces preferida del artista, hacían que la habitación donde se encontraba pintando se cerrara en una especie de atmósfera en la que cualquiera entraría en un trance, añadiendo el hecho de que las cuatro paredes estaban repletas de pinturas de todos tipos, desde las que estaban terminadas y las que no, destruidas o arruinadas a propósito. Todas y cada una inspiradas en obras o musas de otros artistas que ya habían sido creadas. Cualquiera que desconociera la ascendencia de pintor que llevaba Garry, diría que el artista no era más que alguien que se dedicaba a hacer réplicas, algunas muy buenas que podrían pasar desapercibidas, y otras, como cualquier ser humano imperfecto, podrían ser consideradas por los buenos conocedores de arte como basura.
La resignación y la destreza con la que pintaba Garry hacían eco sobre sus pensamientos, donde siempre se veía enfrascado en su miedo por mostrar sus obras al público debido a las críticas y posibles comparaciones con su tío. Las pinturas que estaban arruinadas, en su mayoría eran un intento fallido de crear obras por propia inspiración, y las mismas eran las que estaban destruidas de manera más severa, aludiendo al odio que Garry tenía por sí mismo.
Por un instante, justo al terminar lo que estaba pintando, con cierta determinación se dispuso a sacar de su cigarrera plateada, un nuevo compañero que le permitiera seguir tranquilamente con lo que estuvo trabajando toda la mañana: Un ruiseñor junto a una rosa roja.
Cualquiera que conociera bien el cuento del escritor irlandés, sabía lo que implicaba un ruiseñor incrustándose en el pecho la espina del rosal para dar ese hermoso color carmín a lo que antes fue una rosa blanca. Garry, aunque escéptico, tenía en lo profundo de su ser la ligera sensación de que por primera vez había logrado interpretar, aunque fuera de una obra ya existente, algo que se encontraba meramente de su propio juicio y habilidad. La técnica, aunque simple, era la necesaria para plasmar con detalle lo que Oscar Wilde deseaba hacer sentir al lector con la muerte del noble ruiseñor: un sacrificio. Esta palabra le hacía recordar en la espantosa realidad que se encontraba, su futuro matrimonio con Astrid, y el hecho de que el padre de la misma fue quien insistió sobre el matrimonio por el embarazo repentino de su única hija.
De carácter complejo, poca gracia y belleza, Astrid Von Kleist era lo que cualquiera en su santo juicio buscaría por evitar relacionarse, a pesar de la gran fortuna que tenía la familia. Egocéntrica, pedante, caprichosa y poco prudente eran tan solo unas de las cuantas características que podían describir a su peculiar persona. Ni el primo de Astrid sabía con certeza por qué Garry aceptaba abnegadamente el casarse con su problemática prima, él siempre le insistía a su amigo que no aceptara dicha unión, puesto que eran obvias las razones por las cuales el padre de Astrid, John Von Kleist insistía sobre la unión del sobrino-nieto del pintor característico y misterioso Weiss Guertena.
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Nightmare, la venganza de Guertena.
Fanfiction''Todos hablan de los sueños como una experiencia gratificante, donde las cosas que creíamos imposibles llegan a suceder y al despertar nos dejan con un ligero sabor a realidad. Lo que ellos dos no sabían era que las pesadillas también son sueños...