Dime que me amas

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EXTRACTO 5

"Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos. Necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni un sólo fósforo se encenderá nunca". - "Como agua para chocolate", Laura Esquivel.

Cuando una es pequeña, cree en los cuentos de princesas que te muestran príncipes y finales felices. Pero a medida que el tiempo pasa, te vas desencantando de esa magia y poco a poco tu chispa se va a apagando. Los cuentos o cualquier cosa que decía mi abuela, eran como esas historias mágicas con las que soñaba cada noche. Pero el tiempo pasó y ahora no soy esa jovencita que quiere parecerse a alguna de esas princesas. Mi abuela tampoco está con vida como para cerciorarse que siga soñando. El día que ella murió, su teoría de la caja de fósforos se convirtió en cenizas. Ya no creo en la magia, ni siquiera en el amor. Me han desilusionado tantas veces que no me alcanzan los dedos de ambas manos para contarlas. Con el tiempo fui aprendiendo a anestesiar mis sentimientos y mantenerlos encerrados bajo llave para que nadie pueda jugar con ellos a su antojo. De vez en cuando, una leve luz se asoma entre los grietas de mi corazón oscurecido, con la esperanza de algún día encontrar el amor. Pero la luz es tan débil que toda la oscuridad de mi alma la vuelve a meter bajo llave.

Por un tiempo creí haber encontrar aquel que pueda encender todos los fósforos pero él no demostró demasiado interés como para darme aunque sea una chispa y ahora mi caja está humedecida, o eso creo... Tal vez quede algún que otro fósforo pero sé que en cualquier momento se va a humedecer como el resto y de nada sirve ilusionarse con una relación pasajera porque son sólo eso... Personas que están de pasada en tu vida y que no tienen el valor suficiente como para quedarse e iluminar tu alma. Nadie se queda lo suficiente a tu lado como para conocerte porque ni siquiera nosotros nos conocemos lo suficiente...

—Tierra llamando a Cinthia —dice Santiago chasqueado los dedos delante de mis ojos, haciendo que parpadee varias veces.

—¿Qué? —pregunto volteando a ver a mi mejor amigo de ojos azules mezclados con verde y cabello castaño oscuro.

—Se te está derritiendo el helado —comenta divertido. Bajo la mirada y me encuentro con pequeñas gotas de helado sabor frutilla manchando mis manos, además de mis pantalones blancos.

Comienzo a murmurar protestas mientras le arrebato su manojo de servilletas de papel, para limpiarme los pantalones. Él comienza a reírse y yo le golpeo el hombro. Terminamos el helado y me acompaña hasta mi auto.

La verdad es que hoy no puedo dejar de pensar en las palabras de mi abuela. Sobre todo, en todas las veces que me habló del amor y las centenares de veces que quise tener un amor como el que ella tenía para el abuelo. Crecí rodeada de tanto amor que ahora tengo miedo de equivocarme y cometer el error más grande de mi vida... Y por error más grande de mi vida me refiero a decirle que sí a Rodrigo.

—¡Cin, cuidado! —grita Santiago agarrándome de la cintura y tirándome hacia él. Los dos caemos al suelo, yo encima de él. Estoy muy aturdida como para darme cuenta de lo que acaba de pasar. Santiago me mira preocupado. Me siento en el suelo y él también.

Dime que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora