La Espera

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Pasos... Se oían pasos tras ella y no eran imaginaciones suyas. Llevaba días con la sensación de que algo o alguien la observaba y si todo seguía así, acabaría volviéndose loca u internada en una celda acolchada de por vida.

Era algo que erizaba el bello de mi nuca y hacía que el sabor del miedo inundase mi paladar con su indigesta y pegajosa textura, era como una herida supurante que nunca acababa de cicatrizar. Ya ni siquiera en su casa podía dejar de sentir el aliento de la oscuridad tras su nuca. Era un mal sangriento y ávido de su terror, hambriento de sus sensaciones que cada día ganaba más terreno.

Cerró los ojos con fuerza con el corazón martilleándole dentro del pecho y supo que sus pies serían incapaces de moverse de donde estaban.

Estaba clavada en el suelo sin nada visible que le impidiese dar un nuevo paso en mitad de aquel pasillo interminable. De nuevo la madera del suelo crujió, toda la casa parecía hacerlo y ella estaba sola en aquella mansión maldita y olvidada de la mano de Dios. Metida en mitad de un denso bosque, rodeada de miles de hectáreas arboladas, de enredaderas y plantas a cada cual más retorcida y negra. No tendría que haber aceptado ir allí, ni por todo el dinero del mundo pero fue...

Era la herencia de un familiar que ni siquiera conocía, le dejaba todo a condición de que viviese en la casa y la mantuviese sana. Pero ese lugar no estaba sano ni mucho menos, se olía el hedor de la muerte y la sangre rezumando entre sus paredes, la decadencia de algo terrorífico, de una amenaza palpable y real. Nunca había creído en historias de fantasmas ni maldiciones, para ella eso de las posesiones y demás eran sólo chorradas, pero ahora se sentía en medio de una asfixiante leyenda urbana... la de la mansión encantada.

Era una casa de estilo colonial, con su porche, sus porticones y su hermosa estructura cuidadas y elegante, pero tras esa imagen bucólica se escondía algo inquietante que iba más allá de la lógica y el sentido común. El frío la recorrió, su aliento se recortaba en el aire y empezó a temblar descontroladamente, estaba a su espalda, lo sentía... ¡lo tenía encima y no podía hacer nada! ¡Ni gritar conseguía! Su voz estaba sofocada y amortiguada como si le hubiesen arrancado dicha capacidad. 

Los dientes le castañeaban y sólo esperaba el momento en que lo que fuese atravesase su cuerpo desgarrándola, desparramando sus vísceras por el suelo, salpicando las paredes con su sangre caliente. Imagina el instante en que sus rodillas caerían inertes al suelo, agonizante, el dolor atravesando su cuerpo y como su cuerpo caía desplomado con un sonido sordo sobre el piso, la vista vidriosa y la vida escapándosele entre los dedos lentamente, mientras por su boca gorgoteaba más sangre oscura. Esperaba sentir el corte del cuchillo o su cabeza salir volando... pero nada sucedía salvo unas manos en sus hombros...

Frías, heladas como la muerte deslizándose por sus brazos... veía unas uñas afiladas como garras pero no eran negras como esperaba sino casi translucidas. Trago tratando de llevarse aire a los pulmones y no ahogarse con su propia saliva. Distinguía la respiración costosa y ronca de lo que fuese aquello que había allí con ella, notaba ese mismo aliento en su nuca descubierta a causa del corte de su pelo que se alargaba hacía delante haciendo que su melena azabache, resplandeciese como la orgullosa cola de un semental. Cerro los ojos haciendo que una lagrima se derramase entre sus espesas pestañas hasta caer al suelo resonando como si lo hubiese hecho sobre un charco. Se estremeció una vez más mientras se sentía caer por un interminable precipicio, iba a morir y lo sabía... nada ni nadie lo impediría y lo peor de todo era aquella tensa espera, siempre la espera...

Esas mismas manos se cerraron entorno a sus turgentes pechos hasta ahora, aprisionados dentro del corsé y jadeó al notar como algo afilado como dos gruesas agujas se clavaban en la curva de su cuello, desde ese mismo instante todo dejo de tener sentido y una oscura neblina la engullo mientras  escuchaba una siniestra risa resonando por doquier 

__Por fin te tengo Mia, después de tantos siglos regresas al lecho del que nunca debiste alejarte.

No hubo dolor, no hubo gritos, no hubo nada... sólo la sensación de ser drenada envuelta entre los brazos de algo que la poseía sin tregua.

__Bienvenida a los malditos.

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