III

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Charlotte.

Mi corazón está que se sale de mi pecho. Me siento frágil, desnuda, expuesta. Me escocen los ojos y mi boca está reseca. Siento que he sido descubierta, pillada en el peor de los momentos.

Mi muñeca pica. Hay una nueva marca reciente. Me tiemblan las manos en mi intento de ignorar el picor ardiente que me quema la delgada piel de la parte interior de la muñeca.

Los ojos del psicólogo Connor Johnson, parecían poder atravesarme. Era como si me conociera pero se esforzara por no demostrarlo. Me parecía familiar, su voz y sus ojos… pero no puedo recordar dónde lo he visto.

Me encierro en uno de los cubículos del baño y me dejo caer en el piso. La cabeza me da vueltas y no quiero volver a clases.

Creo que quizás el hecho de ser psicólogo le proporciona poderes especiales de percepción. Quizás hasta sabe lo que pienso, sabe cómo soy o al menos lo sospecha. Y eso me asusta. No estoy lista para hablar de esto en voz alta.

Cuento en reversa desde el cien hasta el cero y cuando ya estoy algo más tranquila, me atrevo a salir del baño. Para mi sorpresa la campana suena y me hace sobresaltar junto a lavabo. Cuatro chicas entran al baño y yo finjo estar concentrada lavando mis manos.

-       ¿Vieron al psicólogo del programa? – Pregunta una de ellas mientras se admira en el espejo – Está mono.

-       Es teñido – ríe otra. ¡Oh sí! Eso también lo noté, pero sí es mono, rubio teñido, pero muy guapo.

-       Está que arde – una de ellas se sonroja y yo curiosamente también lo hago. ¡Es como…muchos años mayor!

-       Está en segundo de la universidad – informa la que habló primero – mi hermano lo conoce. Aceptó el trabajo del programa para convalidar sus clases en la universidad. ¡Además de guapo es brillante!

-       Yo lo vi primero – la que hasta el momento había mantenido la boca cerrada, se ríe como tonta – es mío.

-       Fingiré estar loca, para que me incluya en el programa – dice otra.

Aprieto ambos puños. ¡Qué tontas son! ¡Él es mayor! ¡Además no hay que estar loco para ir al psicólogo! ¡Superficiales niñas tontas!

Salgo casi corriendo del baño, una vez en el corredor, los murmullos y gritos de los chicos de la escuela me aturden el cerebro. ¡Nunca encajaré aquí! Nadie piensa, nadie tiene una conciencia. Todo para ellos es tan superficial y color de rosas. Intento reprimir mis crecientes ganas de llorar como loca. No quiero que piensen que soy débil como el tallo de una flor delicada. ¡Quiero ser fuerte! No quiero que me afecten tanto las cosas, no quiero que me importe todo tanto, porque simplemente por ello no encajo en ninguna parte. Tomo aire y en eso veo a Evan platicando con una chica. Flirtean. ¡Flirtean! ¡Evan por el amor de Dios! ¡Ella es rubia, hueca y tonta! ¿Qué si la conozco? Claro que no, pero así son todas las chicas que se acercan a él a coquetear. Ahora poco me importa el estúpido e inútil programa de ayuda del psicólogo que es “mono”. Aprieto los puños y siento que me hierve la sangre, mi cara arde y me tiembla el mentón. Él sonríe. Está contento. Le gusta la chica. Es obvio. ¿Por qué me molesta tanto? Es solo Evan. Simplemente Evan.

Doblo sobre mis talones y me voy a mi siguiente clase. La perfecta Literatura Anglosajona.

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