IV

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Connor.

Mientras voy camino a la escuela pública, no dejo de pensar en cómo haré funcionar mi programa. Pocos chicos han aceptado mi ayuda y eso es una pésima señal. Quizás unos diez estarán sentados en mi salón al final del día. Los otros quince se excusaron, o ya estaban visitando a algún especialista. Alguien con el título en la mano. Y nadie dejaría el profesionalismo por un joven inexperto y más nervioso que sus pacientes.

Al entrar a la escuela me siento automáticamente desanimado. Las cosas no son como quería. La mayoría de mis pacientes solo tienen una leve condición de ansiedad genética, y no puedo hacer demasiado. Tres de ellos son muy sensibles, pero no veo nada grave en sus expedientes.

Al final del día, cuando mi primera sesión con ellos termina, alguien entra al salón y cierra la puerta. Al voltearme veo a Charlotte Rockwell de pie mordiéndose el labio con cierto nerviosismo. Una semillita de esperanza en sembrada en lo más profundo de mi ser.

-       ¿Has cambiado de opinión? – pregunto con una sonrisa. Ella rueda los ojos.

-       Dijiste que eras bueno escuchando. Y necesito un consejo – desvía la mirada – No es nada realmente importante, pero…

-       ¿En qué puedo ayudar? Toma asiento – le pido. Ella asiente y se deja caer con cansancio en el pupitre frente a mí. Juega con sus dedos, y es incapaz de mirarme.

-       Es algo tonto la verdad – ríe nerviosa – no debí venir – se pone de pie y yo la detengo casi desesperado. Quiero escucharla, ayudarla. Siento que es lo único que quiero hacer ahora.

-       No digas eso. Por favor. Quiero ser de ayuda. Adelante. ¿Qué sucede?

-       Sé que tienes que tratar cosas serias y bueno…esto es algo bobo – hace una mueca – Problemas amorosos…

-       Continúa – sonrío por lo sonrojada que está

-       No sé si sea un verdadero problema, y menos si es amoroso… pero, hay alguien…

-       ¿Te gusta alguien?

-       No. Digo, no sé. No creo. Pero… él está viendo a alguien y estoy molesta.

-       Celosa – ladeo la cabeza – estás celosa.

-       No – se apresura a decir – es mi amigo. Simplemente… creo que a él le gusta esta chica y no me lo ha dicho. Digo, ni siquiera me ha hablado desde ayer. Está súper ocupado con ella y eso me molesta. ¿Es normal?

-       Es normal sentir atracción por tus amigos. No te preocupes – me encojo de hombros. – Y es fácil controlar los celos. Te enseñaré…

-       ¡No estoy celosa!

-       Déjame – río. Me agacho hasta estar a su altura y la miro fijamente. Ella parece un conejito asustado y nervioso. – Dame tus manos.

-       ¿Para qué?

-       Confía en mí.

La veo poner los ojos en blanco y me da las manos. Su piel es suave, y cálida. Suspiro.

-       Cierra los ojos.

Ella lo hace, sigue teniendo esa expresión algo asustada, pero veo que sus mejillas han tomado un color normal.

-       Piensa en el chico. En tu amigo. Recuerda las cosas que sabes de él. Sus secretos. Su risa, su llanto… todos los momentos memorables en la amistad que llevan. Siente su confianza en ti, siente su cariño. Recuérdalo.

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