"Se despidieron y en el adiós, ya estaba la bienvenida." -Mario Benedetti
Pensé que el amor duraría para siempre; estaba equivocado. Tan equivocado que cada caja que sale del departamento termina de limpiar los restos de ingenuidad que estoy seguro compartí contigo hace tanto tiempo.
No sé cuándo nuestra pasión se transformó en rutina, cuando los celos de pareja se volvieron regaños de hermanos, cuando el amor dejo de sentirse de amantes y empezamos a trazar caminos diferentes. Ahora me parece tan extraña la época en que podíamos amarnos solo con la mirada que a veces me encuentro pensando en que solo fue una maravillosa fantasía. Sé que hemos cambiado, el tiempo y la vida han hecho mella en nosotros.
Miro hacia la ventana, la mudanza casi termina.
El pequeño camión que has rentado casi se llena entre muebles y tus extrañas esculturas. Has guardado con tanto cuidado tus cinceles y gubias que no dudo que lo primero que harás será trabajar en tus nuevos proyectos. Tal vez en la escultura que te pidió ese pretencioso abogado, quizás en el encargo del orfanato, al final tu obsesión por el orden te llevará a limpiar tu nuevo departamento hasta que no quede polvo o suciedad alguna.
Tan extraño para ser artista, con la creatividad y la cabeza volando por las nubes pero con los pies en la tierra.
Tu elegante silueta se destaca entre esos hombres rudos que sin mucho ánimo hacen su trabajo. Vigilas que tus cosas sean tratadas con delicadeza, has descubierto que ese hombre obeso sigue aventando tus maletas sin importarle donde caigan o como lo hagan. Frunces el ceño, tu cara adquiere cierta palidez y antes de explotar huyes hacia las escaleras para evitar una discusión.
Me encuentras tranquilo terminando mi cerveza.
- ¿Problemas con la mudanza? – pregunto desvergonzado. Bufas en respuesta acercándote a la alacena. Lo has olvidado y pronto tus hombros caen ante lo evidente.
- Tomaré una de tus tazas – murmuras mientras te acercas a la cafetera y te sirves. El silencio se hace presente. Quisiera hablar sobre cualquier cosa contigo pero mi mente esta en blanco.
Carajo.
- ¿La habitación era así de grande? – preguntas mientras alzas la taza en dirección al cuarto que compartíamos.
- ¿Arrepintiéndote? – rio con cinismo – Ni pienses en volver, ya tengo rentado tu viejo estudio.
- Imbécil – tu rostro que tanto me he acostumbrado a mirar, me dice todo y nada al mismo tiempo. No te culpo, puede que ya no exista el amor pero eso no hace menos difícil este momento.
- Ya sabes yo... - no terminas de hablar pero no importa.
- Lo sé, este lugar es enorme. – la melancolía del momento nos envuelve pero no piensas ceder.
- ¿A quién le rentaste el estudio? – te repones mientras la bebes el café.
- ¿Recuerdas a Alex?
- ¿El chico caliente de tu vieja facultad de finanzas? – preguntas babeando – Zorra caliente. – reclamas con diversión. – Creí que era hetero ...
- No lo sé – contesto sin interés – pero me refería a Alex González, la ex-capitana del club de Voleyball. Su edificio se cae a pedazos y me pregunto por un cuarto barato. – encogiéndome de hombros, termino la explicación.
El silencio regresa pero de alguna manera se ha vuelto ligero, intimo. Siento una sonrisa nacer en mi rostro, te contemplo y descubro una tranquilidad parecida a la mía. Los trabajadores han terminado de subir tus cosas, no pasa mucho antes de que el jefe de ellos atraviese la puerta de entrada.
- Sr. Mateo – te llama el sujeto que has contratado. Por su tono de voz quiere decirte algo, tal vez disculparse por la actitud del obeso, o mejor, discutir nuevamente el costo de la mudanza.
Te levantas con esa gracia que la vida te ha dado. Nunca te lo dije pero tu andar y elegantes movimientos cautivaron mi vista desde la primera vez que los vi. Un suspiro rebelde surge de mi boca. Será complicado dejar de encontrarte al cruzar la puerta. ¿Costumbre? ¿Safe zone?... no lo dudo. Soy un cobarde, del tipo que se ocultará en su refugio aunque eso signifique detenerse. Pero tú no eres así, nunca lo has sido.
La cerveza se ha terminado y de alguna manera el departamento se vuelve gigantesco. Mis pies me llevan afuera hacia las escaleras de las cuales nos hemos quejado tanto en estos 5 años. El cielo despejado y de un azul tan intenso es abrumador. Resulta difícil que en la ciudad podamos ver un cielo tan claro pero es perfecto para este día.
Perfecto para esta despedida.
-Hey – llamas y antes de poder levantarme me haces una seña – No, así está bien. – Ambos ocupamos el mismo escalón. Quiero despedirme, lo he practicado toda la semana. Incluso mientras terminada el balance de este mes, una parte de mi mente formulo una cursi despedida, del tipo de emotivos discursos que hacen llorar a las mujeres en el cine.
Pero mi lengua se traba y mi boca se seca.
Mierda.
- Siempre he odiado estas escaleras – señalas hacia arriba – era una tortura subir o bajar los bustos.
- Lo sé – una pícara sonrisa nace en mi rostro – pero dejemos en claro que el romántico que quería ver la puesta del sol cada día, fue el mismo artista idiota que escogió el departamento del 4to piso.
- No me lo recuerdes – suspiras con derrota ante los recuerdos – Deberían construir un elevador – señalas por millonésima vez incluso el día de hoy.
- Olvídalo, cada que quieras visitarme tendrás que subir estas escaleras – señalo hacia mis pies – y ni creas que usaras mi departamento como almacén de tu arte primitivo.
- Arte Abstracto – me regañas, tu voz elevándose, haciendo eco en las escaleras.
La risa surge de mi alma y de alguna manera te unes a ella. Sacas de tu bolsillo las llaves.
- Sabes que siempre puedes contar conmigo – me miras con melancolía, con la inevitable tristeza que siempre traen este tipo de momentos. – No lo olvides Alfonso. – tu mano deja caer las llaves en la mía.
Nuestros rostros tan cerca que una parte de mi siente miedo de besarte, de caer en la debilidad y mentirte. Decirte que te amo y que tratemos de recuperar algo que ya no existe.
De lastimarte y cortar tus alas.
No.
Alejo mi rostro del tuyo. Entiendes el mensaje y besas mi frente sellando nuestro final.
- Adiós – pronuncio aún aturdido.
- Hasta luego – devuelves con una sonrisa.
Y te alejas con paso firme y decidido.
Y yo, solo puedo retener esas lágrimas que de alguna manera me deja tu silueta alejarse.
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Momentos
Teen FictionAlfonso tendrá que superar el final de una relación amorosa, y entender que no todos los caminos separados son finales tristes.